Domingo 12 de octubre - Lucas 11, 27-28. Bienaventurado el vientre que te llevó.

Bienaventurado el vientre que te llevo. Hoy celebramos en España esta fiesta tan bonita que es Nuestra Señora del Pilar. Es una vocación muy antigua, dicen, de las más primitivas que hay en nuestro suropatrio, y según una tradición antigua, muy antigua, se remonta a los tiempos apostólicos, cuando el apóstol Santiago viene a evangelizar nuestra tierra, subiendo por el río Ebro y a orillas del Ebro, desolado, tal vez cansado o desanimado por nuestra dureza de corazón, recibe una visita en carne mortal de la Virgen María, ella le muestra un pilar y le dice, y le hace esa promesa, diciendo, aquí, en esta tierra, la fe nunca faltará.

Y le entregó un pilar como una señal sólida de lo que sostiene realmente la vida y la fe de las personas. Y desde entonces, generación tras generación, nosotros hemos venerado a María en su advocación de la Virgen del Pilar. Y además también es una advocación mariana muy querida en nuestros países hermanos de América Latina.

Claro que sí. ¿Por qué? Porque de algún modo entendemos que María nos muestra que la fe es un pilar insustituible, que una persona que no tiene fe es como una casa que no tiene pilares y una casa sin pilares, cuando viene el viento o viene una tormenta, se derrumba.

Y que dentro de esa fe, la fe en la intervención de María en el plan de salvación es esencial.

Cuando de nuestra fe cristiana desaparece la Virgen María, cuando ser creyente es contar solo con Dios. Y te olvidas también que Dios ha querido asociar a su tarea a personas, en este caso a su Madre bendita. Por tanto, contar con María, querer a María, pedir a María, aprender de María, forma parte de las consecuencias más prácticas de ser discípulo de Jesús. Estoy convencido de cómo los apóstoles, con qué cariño mirarían a la Virgen, con qué admiración, con qué respeto, sobre todo cómo querrían aprender de ella.

Pero tenía tanta intimidad con Jesús, se miraban con tanta complicidad, se querían tanto que seguro que San Juan, que es el que recibe a María en su casa, diría por dentro ¿Cómo se quieren? ¿Cómo me gustaría querer así a mi Maestro? ¿Cómo me gustaría tratarle con ese respeto y a la vez con esa intimidad? Y es que en María encontramos todo lo que necesita saber una persona para ser un buen discípulo de Jesús, para ser un buen creyente, para tener un corazón lleno del amor de Dios. Eso sí, con motivo de esta fiesta, que coincide este año en el domingo, seamos una vez más conscientes de que necesitamos a María. Que María es el camino seguro para llegar al corazón de Cristo y el camino seguro para llegar a Dios.