Domingo 23 de marzo – Lucas 13, 1-9. Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

Fijaos que cuando los discípulos comentan a Jesús una desgracia que había ocurrido, se había derrumbado un edificio, había matado a varias personas, y claro, de algún modo pensaban en el pensamiento de aquella época que los males eran un castigo de Dios y que los bienes eran una bendición de Dios.

Y claro, Jesús les dice, no os equivoquéis, esa no es la mente de Dios.

Las desgracias no son como consecuencia de nuestros pecados.

La peor desgracia, les dice Jesús con esta parábola o con esta enseñanza es, la peor desgracia es que no nos convirtamos.

La peor desgracia es que aunque tengamos riquezas materiales, que aunque tengamos amigos, triunfos, amistades, tú puedes tener el corazón muy vacío de una experiencia de un amor incondicional.

Y por tanto, la conversión, cuando la Iglesia nos pide la conversión, Jesús empezó su predicación diciendo convertíos, no es que la Iglesia quiera que nos convirtamos, es que Jesús quiere que nos convirtamos, porque si no, porque si no hay conversión pereceremos, porque si no hay conversión se da la muerte del alma.

El cuerpo podrá vivir los años que tenga que vivir, pero nuestra dimensión espiritual estará muerta.

¿Y de qué te sirve un cuerpo que está abocado a la muerte y un espíritu que está abocado a la vida pero está muerto? Y por tanto, necesitamos convertirnos, necesitamos, en primer lugar, reconocer que hay algo en nosotros, algunas cosas, que nos apartan de Dios, y ser honestos, algunas serán menos graves, otras pueden ser más graves, pero por lo menos la conversión comienza por vivir en la verdad, por llamar las cosas por su nombre, y por reconocer lo que es don de Dios, que hay mucho, y también reconocer lo que es apartarme de él, que puede haber mucho también.

Porque mirad, al final, nosotros somos los que elegimos nuestra eternidad, Dios me va a condenar, o Dios me va a mandar al infierno, o Dios me va… Dios va a respetarte.

Si tú has querido vivir en clave de amor, vas a tener una eternidad de amor.

Si tú has querido vivir en clave de respeto, tendrás una eternidad de respeto.

Si tú quieres vivir en clave de comunión con él, tendrás una eternidad de comunión con él.

Y eso es lo que va a llenar tu vida eterna, entonces el ser humano está aquí para entender que la vida tiene un significado y que la eternidad nos espera, sí, pero tal y como nosotros la configuremos.

Tal y como nosotros, pues, de algún modo abramos nuestro corazón y modulemos nuestro corazón para recibir un tipo u otro de eternidad, que es verdad que creemos en el purgatorio, que es verdad que seremos purificados, pero no es menos cierto que necesitamos la conversión para que por lo menos tengamos una mínima apertura al amor de Dios, porque el cielo es el amor de Dios que se derrama en nuestros corazones, el amor de los demás que están llenos del amor de Dios, y para eso tenemos que desearlo.

Dios no nos va a obligar a entrar en el cielo, pero sí nos dice convertíos.

Daos cuenta de que hay algo dentro de vosotros que podría impedir ese amor.

Sed honestos, vivid en la verdad y dejad que el amor de Dios llegue a vuestro corazón.