Domingo 27º del Tiempo Ordinario

Domingo 27 del Tiempo Ordinario, que en su ciclo C nos ofrece una liturgia que como podemos ver está centrada en el tema de la fe. El evangelio es Lucas 7, 5, 10 y comienza con una petición de los apóstoles a Jesús que le dicen, Señor auméntanos la fe y Jesús le responde diciendo, si tuvierais fe como un granito de mostaza, le diríais a esta morera, arráncate de raíz y plántate en el mar y os obedecería.

Impresionante. Y la primera lectura de la profecía de Abacuc concluye con la siguiente expresión, el justo vivirá por la fe, el justo vivirá por su fe. Esta es una expresión que merece la pena que profundicemos en ella, que intentemos entenderla en su en su sentido más profundo, porque de hecho San Pablo la cita tres veces en sus cartas. Por ejemplo en Romanos 1, 17 dice, como está escrito, el justo vivirá por la fe.

El tema de la fe es un tema central en San Pablo, hasta el punto que él llega a decir, el hombre es justificado por la fe. Dios justifica al hombre por su fe.

Bueno, vamos a intentar explicar esto, lo voy a intentar explicar en tres breves consideraciones. ¿Cuál es el significado de que el hombre es justificado por la fe? ¿Cuál es el significado de que el justo vivirá por la fe? Nosotros tenemos una conciencia muy devaluada de lo que es tener fe. Es como, bueno, yo tengo esta opinión, no tengo esta opinión. ¿Tú crees en los ovnis o no crees en los ovnis? Es como tener una opinión, pero obviamente eso no es la fe, porque fijaros, se dice que la fe, en primer lugar, es el inicio de la justificación.

Por eso dice, el hombre es justificado por la fe. La fe es el inicio de la justificación, de la santificación del hombre. ¿Por qué? Porque por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios. Es un acto de confianza, de entrega a Dios. Es como una sumisión de nuestro criterio y de nuestra voluntad a Dios. Igual que un niño confía en sus padres y obedece a sus padres, así también nosotros estamos llamados a buscar la voluntad de Dios y a confiar en Él.

No es únicamente, bueno, creo, no creo, no, no. La fe es entregar nuestra libertad plenamente, libremente a Dios. Confío más en la voluntad de Dios que en la mía. Confío más en sus caminos que los que a mí se me puedan ocurrir, porque me fío de la palabra de Dios. Y esto es un acto de confianza, es el abandono en las manos de Dios. Me apoyo en Dios más que en mis fuerzas, ¿no? Y entonces aquí nace la justificación de Dios. Dios acoge complacido esa confianza y bendice al hombre. Y ahí comienza la justificación, la santificación del hombre.

Por eso podemos leer expresiones, por ejemplo, como es el caso de Abraham, dice, Abraham creyó y Dios se lo contó como justicia. O sea, era meritorio ese acto de fe y de confianza de Abraham. Por lo tanto, el primer sentido de la fe es el inicio de la justificación y por eso se dice el hombre es justificado por la fe. Pero, en segundo lugar, pero la fe no es una virtud que esté desconectada de las otras dos virtudes teologales. Fe, esperanza y caridad van unidas, tienen que ir unidas.

Y por eso, aunque San Pablo dice, el justo, dice, aunque el hombre es justificado por la fe, dice también la fe que obra por la caridad. Eso está en Gálatas 5-6. La fe tiene que obrar por la caridad.

También está esa otra carta a los corintios en la que dice, son tres, fe, esperanza y caridad. Y la más grande es la caridad, es el amor.

O sea que la fe inicia la justificación, muy bien, pero la fe engendra la esperanza y obra por la caridad.

Entonces, al final, la caridad es la culminación de la justificación, de la santificación del hombre, que comenzaba con la fe, por ese acto de confianza en Dios, pero que tiene que llegar a culminarse por la caridad, por nuestras obras de caridad. Por eso también nuestra fe cristiana dice que seremos juzgados por nuestras obras. Por las obras que hemos hecho en esta vida seremos juzgados. Con lo cual, sí, seremos juzgados por nuestra fe. La fe es la que nos justifica, pero es una fe que engendra esperanza y que nos justifica.