

Description of El don de piedad
Meditación de D. José Brage Tuñón. Sacerdote desde el 2008, doctor en Filosofía, fue oficial del Cuerpo General de la Armada Española. Actualmente es capellán de instituciones educativas en Madrid y colabora con diversas actividades de pastoral juvenil y familiar.
This content is generated from the locution of the audio so it may contain errors.
Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.
Invocamos también al Espíritu Santo que habita dentro de nosotros para que nos escuche y nos inspire en esta oración. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.
Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.
De las cosas más duras que he escuchado, siendo sacerdote, fue una chica que había sufrido mucho en su familia a causa de su padre y entonces en un momento dado le hablé de Dios, no tenía cercanía con Dios, no veía a Dios como un ser cercano, como un Padre.
Entonces le dije que Dios era, no como, sino que era un verdadero Padre, un verdadero Padre. Y ella reaccionó diciéndome, me está diciendo que Dios es como mi Padre, porque si Dios es como mi Padre, prefiero al Diablo. Me impresionó mucho. Bueno, la historia acaba bien porque le dije, no, yo creo que Dios es precisamente ese Padre que no has tenido y que merecías tener, por una serie de cosas que no vamos a entrar aquí ahora, pero vamos a ver el don de piedad. El don de piedad es precisamente el don que nos hace sentir vivamente el amor de Dios como Padre. Eso es. Ya vimos que el don de temor de Dios consistía en un temor que ya era una forma de amor, el temor de disgustar a nuestro Padre del Cielo.
De alguna manera, Señor, el don de temor ya apunta al siguiente escalón en esta escalera divina que nos conduce hacia las alturas de Dios, que son los dones del Espíritu Santo, y en ese siguiente escalón lo que nos encontramos es el don de piedad que nos lleva, repito, con otras palabras, la misma idea, que nos lleva a ver a Dios como Padre y a los demás como hermanos y que nos inclina, con palabras de San Felipe Neri, que leímos el primer día, a dedicarnos cordial y agradablemente, es muy importante esto, cordial y agradablemente y con filial afecto a las obras que agradan a nuestro Padre.
Son San Felipe Neri cuando explica esto, no San Felipe Neri, no, perdón, San Francisco de Sales es el que describe esto, pero bueno, cuando escribe esto, fijaros las palabras que emplea, ¿no? Cordial, agradablemente, filial, afecto, que agradan, es todo como dulzura. Este es el don de piedad. San Pablo lo expresa con estas palabras en la Carta a los Romanos Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, de temor, ¿no? Sigue diciendo San Pablo para recaer en el temor, como el temor de estar sometidos a una ley exhaustiva de 618 mandatos que no hay quien cumpla, ¿no? sino que habéis recibido un espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos Abba, Padre.
Abba es una palabra que significa papahito, es lo que un pequeño llamaba a su padre en arameo. Papahito, Padre. Bueno, este es el espíritu de piedad, que al poseernos nos lleva a actuar como hijos e hijas de Dios en todo, pero también no solamente a actuar y a comportarnos como hijos de Dios, sino también a sentirnos así, que es algo completamente distinto y mucho más vivo, mucho más fuerte y abarcante cuando está unido al sabernos. Claro, yo me sé hijo de Dios, me comporto como hijos de Dios y me siento hijo de Dios.
Me acuerdo una persona que tras un curso de retiro me comentaba estoy tan contento porque me doy cuenta de que mi padre lo hizo todo por mí, todo el mundo, todo, todas las cosas que pasan las ha hecho para mí. Bueno, sin duda ahí estaba actuando el don de piedad. De repente una idea que a lo mejor ya sabía desde siempre, pues se convierte, baja de la cabeza al corazón y se convierte en algo vivo, en algo que experimentamos con viveza especial.
Comments of El don de piedad