Dos años de guerra en Gaza

Soy Fernando Díaz Villanueva, hoy es 7 de octubre de 2025, y esto es la Contracrónica.

Tal día como hoy, hace dos años, Hamás atentó contra el sur de Israel con su operación Tormenta de Al-Aqsa. Comenzó con el lanzamiento de cohetes contra ciudades cercanas a la franja, Tel Aviv y Jerusalén, pero lo peor llegó poco después. Cerca de 1.000 terroristas cruzaron la frontera desde Gaza y atacaron aldeas, kibbutz y el Festival de Música Nova, en la localidad de Reim, donde perpetraron una masacre que dejó 1.200 muertos, principalmente civiles, entre ellos 36 niños. A 250 personas se las llevaron secuestradas. Las imágenes de las ejecuciones y las torturas, muchas difundidas por los propios atacantes, conmocionaron a Israel y al mundo entero. Israel respondió con bombardeos aéreos y de artillería sobre Gaza y declaró el estado de guerra.

La operación militar, destinada a destruir la infraestructura de Hamás y liberar a los rehenes, ha causado a estas alturas miles de muertes y la franja de Gaza se encuentra devastada. Aunque un plan de paz está en marcha, un plan ya aceptado en su integridad por Israel y parcialmente por Hamás, el conflicto aún no ha terminado.

Esto nos invita a imaginar un escenario alternativo que habría pasado si Israel hubiera optado por una respuesta militar más limitada, priorizando la liberación de rehenes y manteniendo las negociaciones con Arabia Saudí, que estaban ya avanzadas antes del atentado. Es un ejercicio contrafactual, pero podrían haberse salvado muchas vidas y hoy las cosas serían muy distintas.

Pero los acontecimientos discurrieron por otro curso de acción. La respuesta israelí, respaldada por el apoyo de Estados Unidos, fue interpretada por el gobierno de Netanyahu como una carta blanca. La visita de Joe Biden, el 18 de octubre de aquel año, buscaba solidarizarse con Israel, pero en Jerusalén se tomó como permiso para una ofensiva sin restricciones.

Esto ha terminado generando tensiones con Estados Unidos y con la Unión Europea, que esperaban una reacción más contenida. Algunos ministros de Netanyahu aprovecharon la tragedia para impulsar una agenda de anexión de Gaza, algo que implica forzosamente el desplazamiento de su población. Nada de eso estaba sobre la mesa cuando todo esto empezó.

El cambio de inquilino en la Casa Blanca ha traído también algunas novedades. Donald Trump, cuyo historial proisraelí está sobradamente acreditado, ha sido quien ha puesto el plan de paz que más posibilidades de éxito ha tenido hasta la fecha. Pero la guerra, que lleva ya dos años, ha sido muy costosa. Se estima que unos 60.000 palestinos han muerto, el ejército israelí está al límite y la sociedad israelí se encuentra dividida. La imagen internacional de Israel se ha deteriorado, mientras que los nacionalistas buscan reocupar y anexión a Gaza, una idea simplemente inviable.

El atentado de Hamas buscaba, entre otras cosas, sabotear las negociaciones entre Israel y Arabia Saudí. Gaza, controlada por Hamas desde 2007, ya vivía en condiciones precarias y los problemas con Israel eran continuos, pero el atentado del 7 de octubre fue la declaración de guerra total. Quizá una operación más corta, de tres o cuatro meses, habría sido más sensata y aceptada por la comunidad internacional, pero los cálculos políticos de la coalición de gobierno de Netanyahu han prolongado las operaciones.

El plan de Trump busca crear los incentivos adecuados para lograr la paz, pero no será fácil sacarlo adelante. Netanyahu debe convencer a sus socios de gobierno y jamás ha de reconocer su derrota y desaparecer, por el bien de Israel y, sobre todo, por el bien de los palestinos. Un escenario difícil que anticipa otro más complicado aún una vez que se haya firmado el armisticio. Hoy se cumplen dos años, hoy justo, 7 de octubre del atentado de Hamas sobre el sur de Israel. El 7 de octubre de 2023, un grupo de unos mil terroristas cruzaron de forma clandestina la frontera entre Israel y la franja de Gaza en una operación que dieron en llamar Tormenta de Al-Aqsa.

La operación comenzó al amanecer con el lanzamiento de cohetes dirigidos contra ciudades y comunidades del sur y el centro de Israel, entre ellas Tel Aviv y la propia capital y Jerusalén. En paralelo, algo más tarde, los terroristas se internaron en Israel con vehículos y la emprendieron con las aldeas, los kibbutz, las granjas que iban encontrando a su paso. La peor parte se la llevaron en Moshavim, un kibbutz cercano a Gaza, y en el festival de música llamado Novak, en la localidad de Reim.