Dos relatos de Amparo Dávila (versión audiolibro)

Los cuentos de la casa de la bruja tu pocas semanal de relatos de misterio ciencia ficción terror cada viernes al caer la noche un nuevo relato si te gusta nuestro contenido suscribe te y si te encanta hazte fan desde el botón azul apoyar y accede a todo el conteo unido extra y ahora disfruta de este programa los cuentos de la casa de la bruja presentan amparo dávila dos relatos alta cocina cuando oigo la lluvia golpear en las ventanas vuelvo a escuchar suscritos a aquellos gritos que se me pegaban a la piel como si fueran ventosas subían detonó a medida que la olla se calentaba y el agua empezaba a hervir también veo sus ojos unas pequeñas cuencas negras que se le salían de las órbita cuando se estaban cociendo nacían en tiempo de lluvia en las puertas escondidos entre las hojas adheridos a los tallos o entre la yerba humedad de allí los arrancaban para venderlos y los vendían bien caros a tres por cinco centavos regularmente y cuando había muchos a quien se centavos la docena en mi casa se compraban dos pesos cada semana por ser el platillo obligados de los domingos y con más frecuencia si había invitados a comer con este guiso mi familia gasa java a las visitas distinguidas o a las muy apreciada no se pueden comer mejor preparados en ningún otro sitio solía decir mi madre llena de orgullo cuando elogiada en el platillo recuerdo la sombrilla cocina y la olla donde los cocinaban preparada y curtida por un viejo cocinero francés la cuchara de madera muy oscurecía por el uso y a la cocinera gorda despiadada implacable ante el dolor aquellos gritos desgarradores conmovió seguía el fogón soplando las brasas como si nada pasara desde mi cuarto del desván no soy chillar siempre yo había sus gritos llegaban mezcladas con el ruido la lluvia no morían pronto su hago niñas se prolongaba interminablemente lo pasaba todo ese tiempo encerrado en mi cuarto con la almohada sobre la cabeza pero aun así lo oía cuando despertaba a medianoche volví a escucharlos nunca supe si aún estaban vivos o si sus gritos se habían quedado dentro de mí y en mi cabeza en mis oídos fuera y dentro martillando desgarrando todo mi ser a veces veía cientos de pequeños ojos pegados al cristal goethe antes de las ventanas cientos de ojos redondos y negros ojos brillantes húmedos de llanto que imploramos misericordia pero no había misericordia en aquella casa nadie se conmovió ante aquella crueldad sus ojos y sus gritos me seguían y me siguen aún a todas partes algunas veces me mandaron a comprarlos yo siempre regresaba sin ellos asegurando que no había encontrado nada un día sospecharon de mi y nunca más fui enviado iba entonces la cocinera ella a con la cubeta llena yo miraba con el desprecio con que se puede mirar al más cruel verdugo ella fruncir la chaqueta nariz y soplaba de sueños su preparación resultaba ser una cosa muy complicada y tomaba tiempo primero los colocaba en un cajón con pasto y les daban una hierba rara que ellos comían al parecer con mucho agrado y que les servía de purgante allí pasaban un día al siguiente los bañaban cuidadosamente para no lastimar los los se acaban y los metían en la olla llena de agua fría hierbas de color y especias vinagre y sal cuando el agua se iba calentando empezaban a chillar pastillas si ya van a veces como niños recién nacidos como ratones aplastados los murciélagos como gatos estrangulado como mujeres sistémicas aquella vez la última que estuve en mi casa el banquete fue el largo y pala el huésped nunca