
Efectos de un Avivamiento (II PARTE)

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“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. (Hechos 2:38-39)
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Un anhelo no es un anhelo personal en sí sonó es un anhelo que acompaño y es un anhelo que tengo en mi corazón. El anhelo está en Dios el anhelo está en Dios, el anhelo está en Dios, el anhelo El anhelo está en Dios. El anhelo está en Dios. El anhelo es que despertemos. El anhelo es que operemos en el propósito no sólo de ser salvos, sino en el propósito de comunicarle a otros que, como declara el Libro de Efesios, están muertos. La palabra no es tan halagüeña.
Esa palabra no es muy agradable, porque si asociamos el término muerte con eso físico, no produce gozo, no produce alegría. A veces, no quizá a veces, sino que nos impactamos cuando vemos en las redes sociales el nombre de alguno de los que son nuestros amigos, nuestras amistades. Y ahí sale la comunicación de que, voy a usar el término muy fuerte, ha muerto, murió.
Entonces, no es un término halagüeño. Pero el apóstol Pablo, bajo la edución y la inspiración del Espíritu Santo, tuvo que decirle a la iglesia de Éfeso, estabais muertos. O sea, la condición de ellos antes de venir a Cristo era una condición de muerte. Y esa condición no es ajena a ninguno de nosotros, estábamos muertos.
Tome la palabra en tiempo pasado como está dicho, estábamos muertos, pero ya no estamos muertos. No está hablando de la parte física, está hablando de la ignorancia, de conocer sobre un Salvador. Un día el Espíritu Santo, de la manera que utilizó, nos sedujo y nos condujo a los pies de Cristo. Y ahora hemos pasado de muerte a vida. No está hablando de vida física. Naturalmente, a Dios le place mover la línea que Él ha predeterminado y más si le somos útiles en el hacer a favor de los que no conocen al Señor.
Dice Amén. No estamos simplemente, escúchenlo así, como consumistas del Evangelio. Y yo soy, no lo digo con frecuencia, quizá no lo digo, pero lo voy a decir hoy. Yo como pastor de la iglesia, tengo una responsabilidad espiritual delante de Dios. Y esa responsabilidad no es solamente haberle traído la forma que Dios ocupó, Él la sabe, a los pies o a sus pies, sino de hacerle ver de que la vida cristiana, así como un niño se forma y un niño nace y los padres esperamos que crezca.
Y buscamos la manera de acompañarla en su desarrollo. Y ese desarrollo, desde una forma u otra, lo disfrutamos. La primera palabra que dijo su hijo, nuestro hijo, la festejamos. Dijimos, ya dice mamá. Porque dicen que la primera palabra que los niños pronuncian es mamá, ¿verdad? A saber por qué, ¿verdad? Algunos hacen la distinción del por qué. Nueve meses, ha estado pegado su corazón.
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