"El Evangelio según San Esteban", de Ana Lía de Urán

Una palabra tras otra, así se construyen los mundos.

La literatura es la memoria colectiva puesta en símbolos.

Un legado que sobrevive incluso cuando las voces que la escribieron han desaparecido.

Lo que permanece es el eco que nos alcanza.

Arcaré.

Cuando pienso en el poder de la literatura, después de todos estos años contando cuentos.

Cuando pienso en el poder de todas las artes para redirigir nuestro mundo interior.

Para hacer inmortales los textos de tantos autores y autoras conocidos y anónimos.

Recuerdo aquello que se ponía siempre en boca de Jorge Luis Borges.

La literatura es un sueño dirigido.

Me atrevería a añadir que muchos de los que aman la escritura, muchos y muchas de los que vuelcan sus esperanzas y pesares en ella, lo hacen siempre con el deseo de compartir ese sueño.

Por lejos que nos queden sus voces en el tiempo y el espacio.

Y precisamente hoy escribo estas palabras con la certeza de que la autora de nuestro cuento de esta noche no las escuchará.

Y a pesar de todo, su relato nos llega con la fuerza del colectivo de la Escuela de Imaginadores, que acompaña desde hace un buen tiempo nuestras narraciones.

Octavio Paz nos hablaba de una voz imperecedera, porque para él los libros eran cartas dirigidas a los amigos invisibles del futuro.

Porque quien escribe se sabe mortal, pero confía en que alguien en otro tiempo volverá a leer su voz.

Hoy le ponemos voz a un cuento de Analía de Urán, que nos habla también de la eternidad, de la vida y la muerte de tantas cosas a través de las artes.

Y tenemos la firme esperanza de que su cuento sirva para nutrir el sueño de los relatores de nuestro presente y de los soñadores de nuestro futuro.

Con todos ustedes, el Evangelio según San Esteban, de Analía de Urán.

La primera piedra me pega en el hombro izquierdo.

Cierro los ojos y repito la oración nueva.

Padre nuestro que estás en los cielos.

La segunda me rompe la nariz.

Santificado sea tu nombre.

La sangre espesa, venga a nosotros tu reino.

Un golpe en la frente, otro en el pecho, venga a nosotros tu reino.

El chasquido de un hueso, la orina caliente, y una pedrada en la espalda, en la cabeza, en los brazos.

Piedra sin miedo.

La boca llena de arena y de miedo.

La sangre mezclada con miedo.

Que no se haga tu voluntad.

Los pulmones encharcados de miedo.

El grito aún más fuerte.