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By MasterChief Chernóbil Relatos Sexuales Liberales
En el instituto era conocida como Sarita Melones.

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6/18/2025 · 19:01
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En el instituto era conocida como Sarita Melones.

Cumplí mi fantasía de la adolescencia y conseguí al pibón del instituto. Una musa de cuerpo perfecto y, sobre todo, tetas descomunales. Siempre pensé que era inalcanzable para mí. Por si fuera poco, esta historia guarda una sorpresa memorable. Ella era estrecha pero tuve recompensa por tratarla bien.

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Cumplí mi fantasía de la adolescencia y conseguí al pibón del instituto. Una musa de cuerpo perfecto y, sobre todo, tetas descomunales. Siempre pensé que era inalcanzable para mí.

Por si fuera poco, esta historia guarda una sorpresa memorable. Ella era estrecha pero tuve recompensa por tratarla bien. Esta es la historia de cómo conseguí tener una relación con una de las féminas con las que estuve fantaseando durante toda mi adolescencia.

El pibón del instituto. Pretendida por muchos, pero al alcance de muy pocos. Nada fue como yo había imaginado y aunque no pude hacer con ella ni la mitad de lo que hubiera deseado, tuve una recompensa bastante placentera. No doy más detalles de momento para no estropear la sorpresa, esta historia tiene un giro de guión que nunca hubiese imaginado que pudiera pasar.

Sarita, esa musa que durante tres años fue mi pareja, es un monumento. A mí me atrajó desde la primera vez que la vi y nunca pensé que me daría una oportunidad. Es delgada, no tiene ni un gramo de grasa, estatura normal 1,60 metros, pelo castaño tirando a rubio. Un culo redondo, precioso, que ensancha las caderas y destaca en esa figura esbelta. Sin embargo, es un culo infravalorado.

Esas nalgas merecerían mucha más atención de la que provocan, pero es que no pueden competir con sus tetas. Es lo que más destaca de ella, unas tetas descomunales. Empezaron a crecerle pronto, yo creo que primero dieron el estirón sus tetas y luego lo dio ella. En la época del instituto, cruzarse con ella en el pasillo te alegraba la mañana. Aunque discreto, siempre ha llevado escote. Sarita es dulce, sonriente y bastante introvertida.

Sus rasgos siempre le han hecho aparentar menos años de los que tiene, al contrario que su pecho. A los 25 años, según cómo se maquillase podía aparentar cinco o seis años menos sin problema. Y sus tetas, sin embargo, eran ya unas tetas de mujer desde que empezó la pubertad. Soñaba con hacerle el amor. Sí, a Sarita se le hace el amor, no se le folla. Alguna vez, en la adolescencia, intenté acercarme a ella y pero no me hacía caso.

Bueno, era algo que daba por imposible. Diez años después, sin buscarlo, se obró el milagro una noche de fiesta que la encontré trabajando de camarera. Apenas había cambiado. Seguía siendo una diosa. Aunque su cuerpo estaba ya más proporcionado. Era toda una mujercita. Yo estaba con varios amigos y cuando me tocó pedir ronda aproveché para saludarle. Al pagar me cobró un jintonic de menos, dijo que me invitaba y me lanzó una sonrisa muy coqueta.

Os juro que en ese momento tuve ya una erección de caballo. Así, sin más. Es que es sobrenatural.

Aprovechando la oportunidad, llevé los tragos a mis amigos y les dije que tenía trabajo.

Entendieron. Fui a sentarme en la barra, para hacerle compañía. Ahora me dije en su outfit, vestía unos vaqueros ajustados que le hacían un culo mejor de lo que yo recordaba y una camiseta de tirantes con un escote bastante atrevido. Pude contemplar el canalillo interminable que se formaba y creo que en algún momento me pilló mirándole el tetamen. Hablamos de trivialidades, de en qué punto vital estaba cada uno. Me aclaró que trabajaba en el bar los fines de semana, que como ya sabía, había estudiado periodismo y trabajaba en un medio de tirada local en condiciones precarias.

Le pedí que me dejase leer algo que hubiese escrito. Dudó un momento, se metió en la recámara y salió con un periódico. Por lo visto, se encargaba de las crónicas deportivas de los deportes de invierno. Vivíamos en una ciudad de montaña, rodeados de pistas de esquí, así que no era tan raro. Yo mismo practiqué snowboard compitiendo a nivel internacional en categorías inferiores. Cuando me fui a estudiar fuera no me quedó más remedio que dejarlo atrás.

Leí las crónicas y, aunque obviamente le iba a regalar los oídos fuesen como fuesen, lo cierto es que no estaban nada mal. Eran crónicas muy directas, sin abusar de los clichés y frases hechas que se suele ver en este tipo de redacciones. Por supuesto yo exageré y, haciéndome el sorprendido, le dije. ¿No sabía que habías practicado esquí tú también? Yo.

Nunca, ¿qué va? No me dams, Sarita, que para explicar también hace falta conocer los deportes por dentro. El cumplido tuvo el efecto deseado. Agradeció mis palabras sin poder evitar sonrojarse y, para mi regocijo, se le marcaron momentáneamente los pezones. Joder y qué grandes eran, me moría de ganas de echarles el guante. La noche se fue acabando.

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