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By La Tierra de Nod (Iván Melero) La Tierra de Nod
Entierro prematuro (Edgar Allan Poe)

Entierro prematuro (Edgar Allan Poe)

6/17/2025 · 44:59
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Description of Entierro prematuro (Edgar Allan Poe)


El relato gira en torno al miedo obsesivo del narrador a ser enterrado vivo, una preocupación que se intensifica debido a su padrastro de catalepsia, una condición que deja en un estado de parálisis total, similar a la muerte. A lo largo del texto, el narrador describe casos reales (o supuestamente reales) de personas que fueron enterradas vivas, lo que se refuerza su paranoia.
Para ese evitar destino, toma medidas extremas: una tumba equipada con mecanismos de escape, comida, ventilación y campanas de alarma.

Poe explora el terror psicológico más profundo: no solo morir, sino además hacerlo de forma consciente y atrapado.
El narrador se convierte en prisionero de su mente, lo que refleja la línea difusa entre la razón y la locura.

Poe utiliza un tono ensayístico y confesional, mezclando resultados reales con ficción para aumentar la verosimilitud.
El giro final, con un toque de ironía, rompe la tensión y ofrece una resolución inesperada.

Este relato se inscribe dentro del gótico gótico, caracterizado por lo oscuro, lo psicológico y lo sobrenatural.
También refleja el interés de Poe por los estados alterados de la conciencia y la percepción humana.

Esperemos les guste este relato, y recomendamos escucharlo con auriculares para una experiencia más inmersiva.

Darle a "me gusta" o "suscribirse" siempre nos hace felices.

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Hay ciertos temas de interés absorbente pero demasiado horribles para ser objeto de una obra de veraficción. Los simples novelistas deben evitarlo si no quieren ofender o desagradar. Solo se tratan con propiedad cuando lo grave y majestuoso de la verdad lo santifican y sostienen. Nos estremecemos, por ejemplo, con el más intenso dolor agradable ante los relatos del paso del Beresina, del terremoto de Lisboa, de la peste de Londres y de la matanza de San Bartolomé o de la muerte por asfixia de los 123 prisioneros en el agujero negro de Calcuta. Pero en estos relatos lo excitante es el hecho, la realidad, la historia. Como ficciones nos parecerían sencillamente abominables.

He mencionado algunas de las más destacadas y augustas calamidades que registra la historia. Pero en ellas el alcance, no menos que el carácter de la calamidad, es lo que impresiona tan vivamente la imaginación.

No necesito recordar al lector que, del largo y horrible catálogo de miserias humanas, podría haber escogido muchos ejemplos individuales más llenos de sufrimiento esencial que cualquiera de esos inmensos desastres generales.

La verdadera desdicha, la aflicción última, en realidad es particular, no difusa. Vemos, gracias a Dios misericordioso, que los horrorosos extremos de agonía los sufra el hombre individualmente y nunca en masa.

Ser enterrado vivo es, sin ningún género de duda, el más terrorífico extremo que jamás haya caído en suerte a un simple mortal.

Que le ha caído en suerte con frecuencia, con mucha frecuencia. Nadie con capacidad de juicio lo negará. Los límites que separan la vida de la muerte son, en el mejor de los casos, borrosos e indefinidos. ¿Quién podría decir dónde termina uno y dónde empieza el otro? Sabemos que hay enfermedades en las que se produce un cese total de las funciones aparentes de la vida y, sin embargo, ese cese no es más que una suspensión, para llamarle por su nombre.

Hay solo pausas temporales en el incomprensible mecanismo.

Trascurrido cierto periodo, algún misterioso principio oculto pone de nuevo en movimiento los mágicos piñones y las ruedas fantásticas.

La cuerda de plata no quedó suelta para siempre, ni irreparablemente roto el vaso de oro. Pero, entre tanto, ¿dónde estaba el alma? Sin embargo, aparte de la inevitable conclusión a priori de que tales causas deben producir tales efectos, de los que bien conocidos casos de vida en suspenso una y otra vez provocan inevitablemente entierros prematuros, aparte de esta consideración tenemos el testimonio directo de la experiencia médica y del vulgo que prueba que en realidad tienen lugar un gran número de estos entierros.

Yo podría referir ahora mismo, si fuera necesario, 100 ejemplos bien probados.

Un caso de características muy asombrosas y cuyas circunstancias igual quedan aún vivas en la memoria de algunos de mis lectores ocurrió no hace mucho en la vecina ciudad de Baltimore, donde causó una conmoción penosa, intensa y muy extendida. La esposa de uno de los más respetables ciudadanos, abogado eminente y miembro del congreso, fue atacada por una repentina e inexplicable enfermedad, que burló el ingenio de los médicos. Después de padecer mucho murió, o se supone que murió. Nadie sospechó y en realidad no había motivos para hacerlo, de que no estaba verdaderamente muerta.

Presentaba todas las apariencias comunes de la muerte.

El rostro tenía el habitual contorno contraído y sumido, los labios

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