LA ENVIDIA

Todas tuvimos una Nancy, el podcast realizado por mujeres nacidas en el Baby Boom.

Con Ana Calatayud y la Boomer coordinación de Ángels Bibancos.

Desde los estudios de Radio Cornelá en el 104.6 de la FM.

Y los saludos técnicos de Mark Ford.

¿Qué tal, Boomers? ¿Todo bien? Pues empezamos.

Bienvenidas, bienvenidos a Todas tuvimos una Nancy.

Y como siempre, hoy tampoco venimos a dar lecciones, ¿no? No, no, no. Venimos a hablar como lo haríamos en una sobremesa con una taza de café en la mano y la voz bajita.

Porque el tema de hoy tiene tela marinera.

Vamos a hablar de uno de los pecados capitales, la envidia.

Toma, sí, sí, esa sombra que a veces se nos cuela sin darnos cuenta.

Sí, esa sensación incómoda que no se confiesa fácilmente, pero que todos en algún momento hemos sentido.

Aunque nos duela admitirlo, la envidia es humana.

No es moderna ni antigua.

Es eterna.

Y ojo que no venimos a señalar con el dedo, ¿eh? No, venimos a mirarnos un poquito en el espejo.

¿De dónde nace? ¿Cómo se disfraza? ¿Se puede convertir en algo que no nos carcoma por dentro? Hoy abrimos ese melón, sin culpa, sin prisa y con la esperanza de que al final entendamos un poco mejor qué hacemos con eso que sentimos cuando el otro brilla.

Y nosotros parece que no tanto.

Esto es vuestro Boomer Podcast.

Cojeros que vienen curvas.

Para empezar, ¿qué dirías que es la envidia? ¿Cómo podemos reconocerla? Mirana, dicho fácil y rápido.

Diría que es eso que sentimos cuando otra persona destaca.

Y en vez de inspirarnos, nos incomoda.

Es como una herida a nuestro ego, directo. Un ¿por qué ella sí y yo no? Pero también es un espejo, no lo olvidemos.

Porque la envidia no habla tanto del otro como de nuestras propias carencias. O mejor dicho, de lo que creemos que nos falta.

En cualquier caso, es un sentimiento universal. No distingue edad, clase ni ideología.

Y aunque nos dé vergüenza reconocerlo, todos en algún momento la hemos sentido como tú decías.

¿Tú crees que hay personas más envidiosas que otras, no? Pues yo diría que sí. Pero se da por una mezcla de personalidad, crianza, inseguridad y contexto social también.

Estoy imaginando una persona insegura, con baja autoestima. ¿Es seguro que será más propensa a la envidia? Porque se compara constantemente con los demás y siente que no da la talla.

Pues es normal, porque si yo no estoy segura de quién soy o de mi valor, el éxito ajeno lo voy a sentir como una amenaza.

Si hablamos de crianza, podemos pensar que si una persona creció en un entorno donde todo era competencia… Sí, sí, entre hermanos, con los vecinos, en la escuela… O donde el afecto estaba condicionado al rendimiento, es más probable que vea la vida como una carrera de comparación constante.

Naturalmente, a la hora de sentir más o menos envidia, cuentan también nuestros rasgos de personalidad.

A ver, Ana, ponme un ejemplo.

Pues mira, rápido, las personas altamente neuróticas.

Ah, vale, las que son emocionalmente inestables, quieres decir.

Eso, pues tienden a experimentar más envidia.

Y las que son muy competitivas, también pueden sentir más envidia si no llevan bien eso de no ser las mejores.

La cultura y el entorno también deberíamos tenerlos en cuenta.

En sociedades muy individualistas o consumistas, donde el tener más o el ser más se valora muchísimo, la envidia florece como en la primavera.

Ay, las redes sociales, por ejemplo, y lo hemos dicho ya más de una vez, son un caldo de cultivo perfecto.

Estamos expuestos constantemente a versiones idealizadas de las vidas de los demás.

Pero a ver, no todos somos igual de envidiosos todo el tiempo.

Menos mal, Ana, menos mal.

Pero es que, a ver, cuando alguien está pasando por una crisis, por ejemplo, divorcio, desempleo, enfermedad, pues es más vulnerable a envidiar a quienes están mejor.

Claro.