Ep. 28. El beato Lolo Testimonio de Jose Luis Restán

El Beato Lolo. Testimonios sobre un periodista que quiso ser santo.

Episodio 28. Hola, soy José Luis Restán, periodista, aunque primero fui ingeniero, por vocación decidí seguir este camino de la comunicación social. Primero dirigí una revista de información eclesial que se llamaba 30 Journey y desde hace 30 años trabajo ya en COPE. He trabajado en los informativos, he sido redactor, he presentado programas en el ámbito religioso, pero también he sido sobre todo desde el año 2000 el director editorial de esta casa y desde hace tres años soy presidente del grupo Ábside, dentro del cual se encuentran los medios de comunicación de la Conferencia Episcopal Española, fundamentalmente COPE y 13 Televisión. Conocer la figura de Lolo ha supuesto para mí un hombre que tenía un apego profundo a la realidad porque era consciente de que el fondo de la realidad siempre es bueno, incluso a través del sufrimiento que él tuvo que padecer de una manera tan intensa y tan directa.

Entender que ninguna circunstancia puede impedir que la realidad es buena, que merece la pena ser contada y por eso tiene sentido ser periodista, porque en última instancia la vida con todos sus dramas es un bien que merece ser comunicado. El Papa Francisco en un mensaje reciente para las comunicaciones sociales trajo a colación una hermosa cita del Beato Lolo que expresa fenomenal esto que intento decir.

Dice así, abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de savia y frescura el cuenco de las manos para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean. Bueno, pues cuando te lean, cuando te escuchen, cuando te vean, el milagro de la vida que contamos, que tiene sentido, que toca el corazón, que abre la libertad. Eso es lo que vi hecho carne en Lolo.

Para mí como periodista el Beato Lolo representa sobre todo la figura de un periodista cristiano.

Un periodista cristiano significa en primer lugar un hombre cuya primera palabra es Cristo.

Cuando le regalaron una máquina de escribir a Lolo y ya tenía dificultades graves en las manos para poder escribir, pero todavía las podía usar, quiso que la primera palabra que escribiera con sus dedos, que tecleasen sus dedos, fuese Cristo. Porque quería que siempre en sus narraciones, en sus artículos, en todo lo que escribía, Cristo fuese la primera palabra. La primera palabra no sólo en el sentido, digamos, cronológico, sino en el sentido de que es la palabra de la que nace todo. La mirada que lo entiende todo, que atraviesa todo.

Y luego su amor apasionado a la Iglesia. Él nunca buscó establecer una distancia para poder ser un periodista, entre comillas, crítico. Sabía que pertenecer al hogar de la Iglesia era lo que le daba su identidad, lo que le daba su inteligencia, su apasionada mirada a la realidad. Y con la centralidad de Cristo, con el amor a la Iglesia, él podía acercarse a todas las realidades de la información, no sólo las de la vida de la Iglesia, sino las de la vida política, las de la convivencia, como un periodista riguroso, cristiano y periodista a la vez. Eso es lo que para mí representa fundamentalmente Lolo.

En mi labor diaria, las enseñanzas de Lolo se reflejan en que comprendo que para comunicar me tengo que hacer cargo de la complejidad del drama humano, un drama que él contempló y vivió intensamente. Eso significa ir más allá de las apariencias, no ser prisioneros de la comodidad a la hora de trabajar, no ser prisioneros de la opinión dominante, de lo que ahora llamamos lo políticamente correcto, sino intentar llegar al fondo último de la realidad, de la vida de la gente, de las circunstancias históricas. El Papa nos invita a no permanecer como espectadores externos de las historias que como periodistas queremos contar. Nos invita a mirar y a escuchar desde el corazón. Pues eso es lo que la enseñanza de Lolo me parece más vibrante y lo que late en mí también como herencia que me ha dejado.

Si tuviera que decir, que subrayar algo del legado que deja el Beato Manolo Zanogarrido para los que nos dedicamos a esta tarea de la comunicación, del periodismo, es la idea de que la comunicación nunca es inocua, nunca es neutra. O construye o destruye. O cura o hiere o teje relaciones de comunidad, de amistad.