Ep 34. ¿Rutina o jaula? Aprende a crear una estructura sin ahogarte.

¡Bienvenidos a El Podcast del Orden! Soy Mónica Perela.

Aquí no te voy a hablar de doblar camisetas con la técnica del origami, sino de cómo poner orden real en tu espacio, tu tiempo y tu dinero, para que puedas vivir con más libertad y menos lío mental. Hoy te traigo un episodio que quizás te cambie la forma de ver tu día a día. ¡Vamos a por ello! ¡Hola, hola! Bienvenidos a un nuevo episodio de El Podcast del Orden de los Lunes. Un lugar donde la vida cobra estructura, el tiempo se estira como por arte de magia y hasta el caos parece tener sentido. Si sabes por dónde empezar.

Mi nombre, ya lo sabes, Mónica Perela. Y hoy te acompaño con una taza de sabiduría, una pizca de humor y un mapa a salir de esa rutina que en lugar de sostenerte te está asfixiando un poquito. Porque sí, quizás te ha pasado. Vuelves de vacaciones con ganas de orden, energía y buenos propósitos. Pero al intentar retomarlo todo, al final te montaste un horario más rígido que un uniforme de colegio. Y ahora no sabes si estás viviendo tu vida o cumpliendo una condena. Hoy vamos a hablar de eso, de cómo diferenciar estructura de rigidez, orden de esclavitud y cómo crear una rutina que te sostenga pero que no te encierre.

Solemos caer en la trampa invisible de la buena intención, ¿no? Después de las vacaciones solemos volver con un mantra en la cabeza. A partir de ahora madrugo, desayuno sano, trabajo concentrada, salgo a caminar, no miro el móvil, hago batch cooking, me acuesto a las diez y media y medito. Sí, claro, todo junto, desde el lunes. Como si no tuvieras una vida entera que atender. Imagina esto, vuelves de la playa con la piel aún salada y la mente en medio en modo siesta.

Te sientas a planificar tu nueva vida post-vacacional y ¡zas! Montas una rutina matutina con siete pasos, yoga diario, ducha fría, desayuno verde, repaso de objetivos, lectura, paseo y agradecimientos. El primer día lo haces con ilusión, el segundo ya vas justita y el tercero te saltas la ducha fría, el cuarto te despiertas tarde y lo único que haces es mirar el móvil con culpa y pensar mañana sí que sí. O esta otra. Te propones organizar tus días de trabajo al milímetro, te haces un horario por bloques con colores, descansos programados, alarmas para todo...

Pero cuando suena el temporizador por quinta vez estás saturada y acabas cerrando el portátil y diciéndote si yo sólo quería sentirme un poco menos desbordada, no vivir atrapada en una agenda con un cronómetro. Y es que no es que la rutina sea mala, es que no puede convertirse en una especie de obediencia ciega. Si al volver de vacaciones te has montado un sistema tan perfecto que no deja espacio para respirar, no estás organizando tu vida, estás construyendo una jaula con barrotes de buenas intenciones.

Rutina no es sinónimo de rigidez. Vamos a ponerle palabras claras. Una estructura es algo que te sostiene. Una rutina rígida es algo que te controla. La estructura es como el andamio que sostiene la casa mientras la pintas. Y la rigidez es como cerrar la puerta con llave y tirar la llave.

Imagínate esto. Has decidido organizar tu semana los domingos por la tarde. Te sientas con tu agenda, una bebida caliente y al principio todo fluye.

Anotas tus prioridades, revisas tu calendario, incluso piensas en qué vas a comer. Pero dos semanas después ese momento que iba a ser de calma se ha transformado en una especie de auditoría personal. Te exiges justificar cada hora, cada desvío del plan. Y lo que era una ayuda se convierte en un juicio semanal con togas invisibles. O este otro momento en el que intentas encajar tu rutina perfecta en días que no lo son.

El niño se pone malo, la reunión se alarga, el horno no funciona, cae internet... Y tú, en vez de adaptarte, te frustras porque ya no voy a poder tachar todo lo que tenía previsto. No se trata de cumplir una lista como si fueras una máquina. Se trata de crear una estructura que te sostenga, incluso cuando las cosas no salen como esperabas. Así que vamos a ver ahora tres claves mágicas para que tu rutina te libere y no te esclavice.

La primera. Empieza con anclas, no con cadenas. Un ancla es algo pequeño que da sentido al día. Una canción al despertarte, cinco minutos para ti antes de abrir los emails, una comida compartida sin pantallas... El orden no se mide por la cantidad de cosas que haces, sino por la paz que sientes al hacerlas.

Lo segundo es que puedes diseñar rutinas flexibles. Crea versiones diferentes de tu rutina.