Ep. 35 ¿Por qué preferimos no saber? Abejas sin polen, ADN centenario y cápsulas inteligentes 🧠🐝

¿Vale? ¿Y si te dijera que a partir de los 7 años prefieres no saber algo si esa verdad te incomoda? Uy, eso explicaría muchos grupos de WhatsApp familiares.

Hola hola, ¿qué tal Leire? Muy bien Amador, y muy feliz de dar la bienvenida a quien nos escucha. Estás en La Ciencia de Yaun Podcast, capítulo 35, y hoy traemos un menú tan diverso que parece bufet libre de neuronas.

Tal cual, 4 noticias que son como 4 ventanas distintas al mundo, o 4 bofetadas de realidad científica, según se mire. Vamos allá.

1. A partir de los 7 años preferimos la ignorancia voluntaria si la información nos incomoda. Viva el sesgo cognitivo.

2. En Oxford crean un superalimento para abejas con levadura modificada, capaz de sustituir al polen.

3. Analizan el ADN de María Brañas, la mujer que llegó a los 117 años. Y sí, hay pistas sobre cómo vivir más.

4. Y una startup británica lanza cápsulas inteligentes biodegradables que regeneran el suelo y reducen emisiones. Y se activan solas cuando el terreno lo necesita. Como si fueran cápsulas mágicas de la Tierra.

5. Hoy vamos a hablar de sesgos mentales, de longevidad, de tecnología para salvar ecosistemas y de por qué hay días que, honestamente, nos merecemos más abejas que humanos.

Y más cápsulas verdes que discursos vacíos.

Así que ponte cómodo, abre bien los oídos y pregúntate ¿qué verdades estás evitando tú hoy? Empezamos.

¿Sabías que hay un momento en la vida en que dejamos de buscar la verdad y empezamos a huir de ella? Sí, literalmente. A los 7 años la curiosidad se va de vacaciones y la ignorancia se convierte en refugio.

¿A los 7? Pero si yo a esa edad solo quería cromos y dinosaurios. Aunque, pensándolo bien, quizá ya estaba evitando mirar las notas de matemáticas.

Tranquila, eso se llama efecto avestruz. Aunque, dato nerd, las avestruces no meten la cabeza en la arena. Lo hacemos los humanos pero con elegancia emocional.

O con excusas. No miro la factura de la luz porque me da ansiedad. Paso de ese análisis médico seguro que está bien. ¿Te suena, no? Y lo curioso es que este comportamiento empieza muy pronto. Investigadores de la Universidad de Chicago lo estudiaron con 320 niños de entre 5 y 10 años y descubrieron que, justo alrededor de los 7, ¡zas!, la curiosidad se apaga.

A ver, ¿cómo lo probaron? Porque convencer a un niño de 7 años para que haga un experimento sin prometerle pegatinas es ciencia ficción.

Pues justo con pegatinas y caramelos, mira qué ironía. Les mostraron videos sobre por qué sus dulces favoritos eran malos para los dientes. Antes de los 7 los niños querían saberlo todo. Después, solo veían el video del dulce que odiaban. El otro, ni tocarlo.

Claro, prefiero no saberlo, así puedo seguir comiendo gominolas sin culpa. O sea, mini humanos ya con mecanismos de autoengaño activados.

Exacto. Y la cosa empeora con la edad. En otro experimento les daban dos cubos con pegatinas, uno visible, para ellos, y otro tapado, para otro niño. Podían preguntar cuántas pegatinas había en el segundo cubo antes de elegir. Los más pequeños preguntaban. Los mayores no querían saberlo. Así podían elegir el suyo sin sentirse culpables. Eso lo llamaron margen moral. O sea, básicamente inventaron el autoengaño moral infantil.

Qué precoz evolución. Total. Pero aquí viene lo interesante. Cuando el tema era escolar, por ejemplo, conocer los resultados de un examen, no evitaban la información, incluso si esperaban una mala nota. ¿Y por qué esa excepción? Porque ahí el castigo es inevitable, ¿no? Los investigadores dicen que es porque el entorno escolar enseña que el error es parte del aprendizaje. Un suspenso no es un juicio final, es información útil. Y eso cambia todo.