Episodio 5. Alfonsina Storni - Contando Mujeres

Empecemos con un juego.
¿A cuántas personas conocéis
cuyo nombre no necesite el apellido
para ser reconocidas?
¿Cuántas de esas personas
son mujeres que no pertenecen
a la realeza o entornos aristocráticos?
¿Cuántas
lograron hacer grande su nombre de
pila sin el apoyo de la familia
desde la absoluta pobreza,
como madres solteras?
Hola, soy Julia Montejo
y hoy os vamos a contar
la vida de Alfonsina Storni.
Contando mujeres.
La vida tras las biografías.
Un podcast
que descifra la historia más allá
de los hitos.
Capítulo 5. Alfonsina Storni.
Me llamaron Alfonsina,
que quiere decir
dispuesta a todo.
Y así es Alfonsina desde pequeña.
Independiente,
capaz de luchar por sus sueños,
deseosa de impresionar a los demás
y muy sensible al juicio
de los que le rodean.
Estoy en San Juan. Tengo 4 años.
Me veo colorada,
redonda, chatilla y fea.
Sentada en el umbral de mi casa
muevo los labios como leyendo
un libro que tengo en las manos
y espío con el rabo del ojo
el efecto que causa en el transeúnte.
Unos primos me avergüenzan
gritando que tengo el libro al revés
y corro a llorar detrás de la puerta.
¿De dónde ha salido esta niña?
¿Qué hacía una familia suiza y burguesa
en una ciudad provinciana
y árida del hemisferio sur?
Sus padres, Alfonso y Paulina,
llegaron a Argentina y más concretamente
a San Juan, cerca de la cordillera
de los Andes, en el último cuarto
del siglo XIX,
invitados por los hermanos Storni
que habían instalado allí prósperos negocios.
Pronto nacen los dos primeros hijos
del matrimonio, Romeo y María.
Sin embargo,
Alfonso, el padre,
sufre de altibajos emocionales,
le invade la melancolía,
bebe demasiado y deja de interesarse
por el trabajo.
Su joven esposa no sabe qué hacer para ayudarle.
El médico le recomienda
regresar a Suiza y será allí
en Salacapriasca,
donde nacerá Alfonsina en 1892.
Suiza no es la solución para la familia.
Tras cinco años sin rumbo,
deciden regresar a Argentina.
De mi padre se cuenta que de casa partía.
Cuando rayaba el alba
seguido de su galgo.
Cuenta mi pobre madre que,
como comprendía,
lo miraba a los ojos y su perro gemía.
Que andaba por las selvas
buscando una serpiente procaz
y al encontrarla
sobre la cola erguida,
al asalto dispuesta de un balazo insolente,
se gozaba
en dejarle la cabeza partida.
Que por días enteros
vagabundo y uraño
no volvía a la casa
y como un ermitaño
se alimentaba de aves,
moría sobre el suelo.
El padre está continuamente
ebrio, colérico y resignado.
La madre, educada y bella,
organiza elegante su arés en su casa
alrededor del piano de cola.
Se ve desbordada por la ruina que provoca
un marido cada vez más alcoholizado
y amenazador, que desaparece
y regresa en un estado deplorable.
Crezco como un animalito,
sin vigilancia,
bañándome en los canales sanjuaninos,
trepándome a los membrillares,
durmiendo con la cabeza
entre pámpanos.
La alfonsina niña percibe el abandono de los padres.
La situación
llega a ser tan vergonzosa
que la familia terminará trasladándose
a otra ciudad argentina, Rosario,
en un último intento por empezar de cero.
Para entonces serán
cuatro hermanos, porque en 1901
nace el último de los Storni,
Gildo.
Josefina Delgado,
escritora, investigadora,
profesora universitaria y especialista
en la vida y obra de Alfonsina Storni.
La familia Storni
viene desde Suiza,
desde Lugano, a San Juan.
Eran varios hermanos,
el menor de ellos, Alfonso,
sería luego el padre de Alfonsina.
Ellos se
instalan con prosperidad,
traen dinero,
hacen inversiones,
instalan algo que en aquellos años,
fines del siglo XIX,