
Episodio 6. Gertrudis Gómez de Avellaneda - Contando Mujeres

Description of Episodio 6. Gertrudis Gómez de Avellaneda - Contando Mujeres
Contando Mujeres, la vida tras la biografías. Un podcast escrito y dirigido por Julia Montejo.
Escritora y poeta cubana. Una mujer exuberante, apasionada, y con un talento arrollador que puso de manifiesto como ninguna otra la mediocridad que se esconde tras la misoginia..
Con Dayana Contreras en la voz de Gertrudis Gómez de Avellaneda, y Pura Fernández, profesora de investigación en el CSIC.
Este podcast ha sido posible gracias al Ministerio de Cultura y Deporte y financiado por la Unión Europea - NextGeneration.
This content is generated from the locution of the audio so it may contain errors.
Sabemos del impacto de los traumas y de las experiencias de desamparo en los escritores.
Pero, ¿y qué hay de la crianza en entornos ricos y exuberantes?
¿Cuál es el impacto en una mujer creativa?
¿Y en su libertad para amar?
Saborear la libertad y, al mismo tiempo, vestir el constreñido traje de una mujer
en la alta y conservadora sociedad cubana del siglo XIX se plantea como un reto.
¿Cómo lo gestiona una mujer bella, rebosante de talento y con una personalidad arrolladora?
Hola, soy Julia Montejo y hoy os vamos a contar la vida de Gertrudis Gómez de Avellaneda,
escritora, poeta y una voz pionera contra la esclavitud.
Contando mujeres. La vida tras las biografías.
Un podcast que descifra la historia más allá de los hitos.
Capítulo 6. Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Gertrudis Gómez de Avellaneda nace en 1814 en Camagüey, Cuba,
que por entonces se llamaba Santa María del Puerto del Príncipe.
Es la primera de cinco hermanos.
Sus padres son el comandante de marina sevillano Manuel Gómez de Avellaneda
y la criolla Francisca de Arteaga y Betancur,
hija de una rica familia de tratenientes esclavistas de Cuba.
Es decir, que Gertrudis tenía la piel blanca.
Esto es importante para empezar a situar a la familia.
En aquella época, la blancura era el pasaporte para el acceso a la educación y a la cultura.
Y, por supuesto, influía en el estatus económico y social.
Tula, como la llaman desde pequeña, pronto se da cuenta de que es una privilegiada.
Su hermano de leche es descendiente afroamericano.
Este niño al que se siente tan unida determinará profundamente
su visión de la realidad racial en la isla y su obra posterior.
Sí, ser mujer es un obstáculo, pero aún así su vida vale más que la de muchos.
Experimentar la desigualdad en carne propia puede ser una buena escuela para la empatía.
Yo me he imaginado su infancia así.
Tengo siete años y sorbo un tazón de leche.
Estoy sentada en las escaleras del porche.
Noto el olor del jabón de coco en mis manos y casi el del hibisco anaranjado que bordé a la casa.
Nanarrita, vestida de muselina y descalza, forma un cielo de nubes blancas sobre la hierba con las sábanas.
¡Ay, qué bonitas son sus canciones!
Sus abrazos limpios y la manera en la que sus manos danzan alrededor cuando habla.
Mi madre me llama molesta.
¿Es que no he escuchado el quitrín de mi padre?
¡Sí!
Atravieso los blancos y luminosos corredores y me encuentro con mi padre abriendo unas enormes cajas.
Está de muy buen humor.
No solo ha cerrado un importante negocio de azúcar con un comerciante francés,
sino que le han traído su encargo de París.
Horquillas de marfil, perfumes franceses.
Acerco la cara a una suntuosa tela azul añil.
Mi madre destapa un perfume y aspira maravillada.
¡Menudo botín!
Y hay un montón de libros.
La vida es sueño, Historia de la conquista de México,
Los misterios de Udolfo de Anne Radcliffe.
¡Claro! Es el libro del que me habló mi padre.
¡Ay, qué emoción!
Ya me imagino recorriendo ese castillo plagado de pasajes secretos y terrores.
El padre de Gertrude Gómez de Avellaneda era oficial de la Armada,
era de origen peninsular, es decir, de España,
y como decía ella misma, era un caballero.
Y la madre procedía también de una familia ilustrada,
de una familia ilustre y, sobre todo, de una posición económica desahogada.
Y, claro, al ser de familia de terratenientes,
pues hay que pensar que en su entorno había una numerosa servidumbre
y, por supuesto, también integrada por esclavos.
Según la escritora, el matrimonio de los padres fue desgraciado.
Eso también tiene que ver con su propia biografía.
Y había un deseo del padre de volver a la península, de volver a España,
y es algo que cumplió la propia Gertrude cuando regresó.
Hay que tener en cuenta que en Haití, que es una isla muy cercana,
había habido una revolución de los esclavos, de los negros,
que habían matado a los blancos de la isla.
Y el deseo del padre seguramente tenía que ver también, por supuesto,
con volver a las raíces, pero con ese miedo a esa posible revolución
en la isla de Cuba, en los azucareros.