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By Once Julio Relatos prohibidos
La especialidad de mi suegro

La especialidad de mi suegro

6/21/2025 · 40:08
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Relatos prohibidos Episode of Relatos prohibidos

Description of La especialidad de mi suegro

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SEXO ORAL, LA ESPECIALIDAD DE MI SUEGRO Y...

Autor, Vicky S.G.

La infeliz Mónica acude a casa de su suegro para echarle una mano y descubre cosas que ni se imaginaba.

El amor no se compra, no se vende ni subasta al mejor postor, no se puede forzar, aparece cuando todos los astros se alinean.

Sin embargo, el sexo, bueno o malo, del placentero o del que no te hace sentir ni cosquillas, puedes encontrarlo en cualquier parte.

Las oportunidades son tantas que incluso la persona menos esperada puede ser la que te cambie la vida a base de orgasmos.

Yo creía que la parte del amor, y por consiguiente todas las demás, la tenía cubierta desde que conocía el hoy.

No fue un flechazo, ni mucho menos, pero para entonces ya había estado con unos cuantos y ninguno de ellos me había hecho notar esa sensación de ser el definitivo.

Con él sí que lo sentía, al menos de vez en cuando.

Él era insistente y yo partidaria de las relaciones formales, así que, casi por inercia, fuimos dando pasos hasta que llegamos tan lejos que la relación ya no se podía romper como si nada.

Cuando ya vives bajo un mismo techo y se empieza a hablar de boda, es demasiado tarde para decir que todavía no sabes lo que sientes por la otra persona.

Así que nos casamos, ¿y saben qué? Tienen razón los que dicen que es el principio del fin.

Cualquier defecto, por minúsculo que sea, se engrandece al pensar que lo vas a tener que soportar eternamente.

Esos pequeños fallos que antes tenían encanto, acaban con demasiada frecuencia en discusión.

Es entonces cuando piensas que quizás no estabas enamorada.

Pero lo toleras, y te repites a ti misma eso de que el amor está sobrevalorado, sobre todo después de los dos o tres primeros años de relación.

Todo es perdonable, asumible, siempre que se cumplan unos mínimos de respeto dentro de la convivencia y el cariño aún sobreviva.

Eso es lo que piensas, hasta que el sexo también se ve afectado.

Llega un día en que el polvo ya no tiene la magia de antaño, por no decir que deja de ser placentero, pero no le das importancia, porque acumulas varias peleas seguidas y piensas que mejorará cuando dejéis de lado el mal rollo.

El problema es que esa tensión nunca desaparece del todo, porque ya se ha creado cierta desconfianza.

Llegados a ese punto, puede que otros matrimonios se rindan y acepten que la rutina se ha apoderado de la relación, que los orgasmos quedan reservados para cumpleaños y otras fechas especiales, pero yo no era de esas.

A mí nunca me ha dado vergüenza reconocer que me gusta el sexo, y que si no me tienen satisfecha el carácter me cambia a peor.

Otro sábado que ni siquiera lo intentas.

No te entiendo, Mónica.

El sexo, que parece que ya no te interesa.

Después de la bronca que me has echado por no bajar la tapa del váter.

Eso no tiene nada que ver.

Pues a mí me quita las ganas.

¿Y qué puedo hacer para que las recuperes? Si no es solo eso, es que estoy muy cansado.

Pero si llevas todo el día sin hacer nada.

Ya, después de una semana trabajando sin descanso.

No es para tanto.

Es muy fácil decirlo desde tu posición.

Vas a empezar otra vez.

Solo digo que es muy fácil menospreciar el trabajo ajeno estando desempleada.

Tú quisiste que fuera así.

Porque creía que tendríamos hijos prontos.

Complicado, si no me la metes.

Y más aún si no quieres ser madre.

Todavía no.

No quieres tener hijos y yo estoy agotado, buenos motivos para no follar.

Comeme el coño.

Perdón.

Tendrás que hacer menos esfuerzo y puede que yo me lleve una alegría.

No soy muy partidario del sexo oral.

¿Desde cuándo? Si te encanta que te la chupen.

No es lo mismo.

Explícate.

Es muy humillante que un hombre tenga que hacer eso.

Nunca dejas de sorprenderme para mal, Eloy.

Es cierto que en lo que sexo oral se refería la balanza siempre se había decantado claramente hacia el lado de Eloy, pero nunca me había dicho algo así.

Cuando parecía que ya no tenía más formas de decepcionarme, mi marido hallaba el modo de sorprenderme para mal, como no dudé en decirle.

Lo de aquel día no caería en el olvido.

Después de aquello, se me quitaron las ganas de seguir insistiendo, sólo faltaba que yo tuviera que rogarle a él para hacerlo.

Habíamos atravesado varios baches, pero nunca me había planteado tanto ni tan seriamente cómo en ese momento qué sentido tenía continuar con una relación que no parecía dirigirse hacia ninguna parte.

Lo molesta que yo estaba parecía pasar inadvertido para Eloy, lo que provocaba que me enfadara todavía más.

Los días transcurrían y la posibilidad de una reconciliación parecía remota.

En gran parte, porque mi marido no se acordaba de qué habíamos discutido, o quizás porque consideraba que su negativa al amarme los bajos no era motivo suficiente para seguir enfadada.

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