Este es mi error catando a ciegas

Camaleón, quizá te lo has creído, te lo has tragado, te lo has comido con patatas como yo, o todavía lo sigues pensando. Que la Pinot Noir es quizá la uva tinta más fácil de reconocer en una cataciegas. Bien, sí, sí, sí, esto corre por ahí como la pólvora. Yo, sinceramente, te he de decir que me lo comí con patatas, porque si hay una uva que a mí me volvió loco en algún momento de mi vida. Diciendo, pero cómo puede ser que siempre falle esto, ¿no? Fue precisamente la más fácil de todas, la más conocida, la que todo el mundo adora, la que todo el mundo quiere, la que todos y todas, sin lugar a dudas, le dais más importancia.

Y no sé por qué, no es una para mí, no es una de las grandes uvas. Es verdad que produce algunos de los mejores vinos del planeta, pero algunos muy, muy pequeñitos, muy pequeñitos. Es decir, en algunos rinconcitos y tal. Y aquello, catar aquello, es para bolsillos aventureros, por así decirlo. Entonces, camaleón, sí que nos queda una cosa a nosotros, a los que no somos los millonarios que pagamos los grandes vinos de Pinot Noir. Coño, al menos descubrirla a ciegas, ya que siempre nos dicen, jolín, si es que esta uva está cantada. Si no la coges es que eres tonto.

Pues sí, camaleón, he sido tonto mil millones de veces, pero porque lo he sido e intentado corregirlo. Y estoy intentando corregirlo siempre. Pues aquí hoy quiero compartir contigo cómo descubrir una Pinot Noir en una cata a ciegas. La que llaman la uva más fácil habida y por haber, para descubrir en uno de esos ámbitos, que es la cata a ciegas. Pues bien, ¿será tan fácil? No lo será. Bueno, camaleón, también el episodio de hoy comienza con una historieta de las mías.

Situémonos, camaleón, a principios de los años 2000. Estados Unidos. Resulta que el país se enamora perdidamente de la uva Pinot Noir. Una variedad difícil, frágil, delicada, pues bueno, de cultivar y de todo lo siguiente, pero también sensual, elegante, seductora. Y de repente todo el mundo en Estados Unidos quería beber Pinot Noir. Parte de la culpa de esto fue Camaleón, una película que tú ya la conoces, Sideways.

En ella, el protagonista Miles, que ya lo hemos dicho aquí muchas veces, declara su amor absoluto e incondicional por esta uva y, ojo que esto no es tampoco casualidad, su odio visceral por la uva Merlot. El efecto fue inmediato. Las ventas de Pinot Noir se dispararon y el Merlot quedó condenado a las estanterías polvorientas. Pero resulta, camaleón, que había un pequeñito problema, algo que no había nadie reparado en ello, y es que resulta que el Pinot Noir no es una uva abundante en ningún sentido.

No se planta así tan fácilmente. Tampoco es barata. Y cultivarla requiere, además, de un clima muy concreto, que es muy fresco, y con rendimientos bajos, y con mucha paciencia.

Y entonces no todo el mundo puede hacer eso. No todo el mundo puede producirlo en cantidad suficiente. Pero el mundo lo pide. Y sobre todo, todo el mundo quiere darle a Estados Unidos lo que está demandando, que es, compro, compro, yo compro, pues yo vendo. Pues así que, mientras los consumidores estadounidenses exigían Pinot Noir en Francia, alguien empezó a frotarse las manos.

Y fue ni más ni menos que en el Languedoc. Mira, me estoy yo frotando las manos. Una región acostumbrada a producir ríos de vino barato, con muchas cooperativas, y estos negociantes vieron la oportunidad. Oye, a ver Yankee, ¿qué quieres? ¿Pinot Noir? Pues te voy a dar Pinot Noir.

Aunque no lo sea. Así que durante años, Camaleón, ojo con esto, eh.