Este país sobrevive vendiendo pasaportes

Vender pasaportes se ha convertido en la principal fuente de ingresos para Dominica, un pequeño país insular del Caribe con una población que no llega a los 70.000 habitantes. Lejos de basar su economía en la agricultura o el turismo, como muchos de sus vecinos caribeños, Dominica ha optado por una vía poco convencional: ofrecer su ciudadanía a cambio de una inversión económica. Este modelo, conocido como “ciudadanía por inversión”, ha colocado al país en el mapa para quienes buscan un segundo pasaporte sin demasiadas complicaciones.

Por una suma que ronda los 100.000 dólares, cualquier persona con los medios suficientes puede obtener un pasaporte dominiqués, lo que le permite acceder sin visado a más de 140 países. Este acceso incluye destinos tan atractivos como el espacio Schengen en Europa, el Reino Unido y otras naciones que, de otra forma, imponen restricciones a ciudadanos de ciertos países. La propuesta resulta especialmente seductora para empresarios de regiones con pasaportes menos potentes, que buscan mayor libertad de movimiento o alternativas en caso de inestabilidad política en sus países de origen.

El impacto de este programa en las finanzas del Estado es considerable: se estima que más del 50% de los ingresos públicos provienen directamente de la venta de pasaportes. Con tan poca población y escasos recursos naturales, Dominica ha encontrado en este sistema una forma de sostener su economía, invertir en infraestructuras y recuperarse de catástrofes naturales como los huracanes que han golpeado la isla en años recientes. No obstante, esta dependencia extrema plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del modelo a largo plazo y la posible pérdida de control sobre quién obtiene la nacionalidad.

Dominica no es la única nación que ha seguido este camino: países como Malta, San Cristóbal y Nieves o Antigua y Barbuda también ofrecen programas similares. Sin embargo, en el caso dominiqués, la economía gira casi por completo en torno a este sistema, lo que lo convierte en un caso especialmente llamativo.

¿Es una estrategia ingeniosa para sobrevivir en un mundo globalizado o una apuesta arriesgada que puede pasar factura con el tiempo?