Evangelio 21 Marzo 2025

Paz y alegría, queridos hermanos y hermanas, sean todos bienvenidos a una reflexión más con la poderosa Palabra de Dios. Hoy es viernes 21 de marzo, segunda semana del Tiempo Cuaresmal. El Evangelio que vamos a compartir se toma de San Mateo, capítulo 21, del 33 al 46. En aquel tiempo Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta palabra. Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.

Llegado el tiempo de la bendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores, pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, el mayor número que los primeros, y lo trataron del mismo modo. Por último, les mandó a su propio hijo pensando, a mi hijo lo respetarán, pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros, este es el heredero, vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia.

Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron. Ahora dígame, cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores? Ellos le respondieron, dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores que le entreguen los frutos a su tiempo. Palabra del Señor, meditemos y oremos.

En esta santa cuaresma, nos invita al Señor a que coloquemos delante de este texto que bien visto nos asegura que la humanidad no perecerá por falta de información, sino por falta de aprecio, amor, valoración y acogida fraterna del prójimo, del hermano, que significa mi cercano, el que está cerca de mí, del que comparte nuestra misma sangre.

Por tanto, mientras en el mundo siga existiendo personas capaces de maravillarse ante el misterio de Dios y del ser humano y de expresar su aprecio, pese a todas las adversidades, humillaciones y sin sabores, el destino de la humanidad no estará en manos de los mercaderes de la muerte. Hemos escuchado tu palabra. Al hacer referencia que el Hijo es Jesús, brota en su interior la rabia, fruto de la injusticia cometida.

Esta persona al contemplar el proyecto del reino que ha traído Jesús, se desvive por amor y toca las heridas de los que están en el camino, levantando el rostro de quienes sufren y experimentan el mismo sufrimiento que Jesús le tocó vivir.

Como si el Padre ahora hablando a nuestra conciencia nos dice, Hijo mío, hija mía, escucha cómo una historia de muerte puede terminar en una de reconciliación, perdón y comunión entre hermanos que inicialmente se rebelan contra la fraternidad y su proceso de construcción. Yo tu Padre, tierno y misericordioso, que me he revelado cercano en la persona de mi amado Hijo, te llamo a ser constructor de paz, defensor de la vida de quienes la ve disminuida por el odio, la violencia o la maldad. Con la fuerza de mi Espíritu Santo, tú podrás vencer todo intento de acabar con la vida del inocente, con la vida, dignidad y valía de mis hijos.

Sé pues un luchador que no se cansa de defender, promover y colocar la vida de toda persona en el lugar que le corresponde, dignificándola y proclamando que nadie tiene autoridad sobre ella, sino sólo Dios, que ama más allá del pecado y de la muerte. Amado Padre Celestial, danos toda la gracia de tu Espíritu Santo para ser liberado de todo deseo de dar muerte al hermano. Que la defensa de la vida sea siempre nuestra meta en todas circunstancias. No permitas que nos dejemos confundir por legislaciones que promueven la muerte del inocente. Y ayúdanos, Padre, a cuidar de todos en tu nombre. Amén. Amén. Que el Señor le bendiga.