Evangelio 30 Abril 2025

¡Paz y alegría, queridos hermanos y hermanas! Sean todos bienvenidos a una reflexión más con la poderosa Palabra de Dios.

Hoy es miércoles 30 de abril. Estamos en la segunda semana de Pascua y la Iglesia nos presenta el Testimonio de San Pío V.

El Evangelio que vamos a compartir se toma de San Juan capítulo 3, del 16 al 20.

Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él.

El que cree en él no será condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios.

La causa de la condenación es ésta. Habiendo venido a la luz del mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.

Todo aquel que hace el mal aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran.

En cambio, el que obra el bien, conforme a la verdad, se acerca a la luz para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Palabra del Señor. Meditemos y oremos.

Asistimos de nuevo a la conversación de Jesús con el Maestro Nicodemo.

Este primer versículo, tanto amó Dios al mundo, que entregó a su propio Hijo, podríamos definirlo como una síntesis de todo el Evangelio.

Darnos a conocer ese amor hasta la locura por su obra creadora. Se arriesgó incluso a caminar por los lugares más atroces de la condición humana.

Allí fue elevado para contemplar a ese Dios traspasado y comprender su misterio de amor.

Leemos en síntesis todo el Evangelio. Se trata de un amor para todo el mundo y para cada uno en particular.

El que llama a cada estrella por su nombre, como dice el Salmo 147, también nos llama y nos ama a cada uno.

Al pronunciar nuestro nombre, nos invita a llenarnos de la luz de ese amor.

Un amor sin límite que sana y disipa las tinieblas del desamor.

Es la célula madre del misterio pascual del cual brotó la Iglesia, que tiene la misión de propagarlo en toda creación.

Como si el Padre ahora, hablándote a ti con tu propio nombre, escucha hijo, escucha hija, como la autoridad dada a los apóstoles con el encargo de ir a enseñar los capacita para liberar, para realizar acciones sanadoras y provocar la transformación real de la situación de las personas.

La autoridad para enseñarla, la salvación, es la gran revelación del que yo tu padre, tierno y misericordioso, que actúe en la persona de mi hijo Jesús de Nazaret, para que nadie quede fuera de la salvación.

También dirígete a los demás e enseña con valentía, con autoridad, sabiéndote enviado con la fuerza de mi Espíritu Santo, quien te dará las palabras oportunas para proclamar que es Pascua, que es tiempo de vida.

Únete a los testigos y que nada te detenga.

Profesa tu fe junto con tu comunidad. Grita a todos que quien acoge el misterio pascual de Jesucristo, obtendrá la conversión.

Amado Padre tierno y misericordioso, que en este tiempo pascual tu Espíritu Santo nos lance a los lugares donde se encuentran seres humanos necesitados de la buena noticia.

Que los muchos condenados a la cárcel o a los hospitales escuchen la palabra liberadora de Jesús, que sigue viva y continúa por medio de nuestra comunidad, enseñando al pueblo de que tu amor sigue vivo.

Amén. Amén que el Señor le bendiga. Que sigan pasando un feliz día.