EXPEDIENTE EXPRESS #23: John Sweeney | El Pintor de la Muerte

Estás escuchando los Expedientes Express de Investigadictos, con Nacho Jiménez.

Febrero de 2001. Dos adolescentes están pescando en el Riggins Canal, norte de Londres, cuando su caña se engancha con algo que pesa mucho más que un pez.

Movidos por la curiosidad, tiran con fuerza. Logran sacar a flote una bolsa de lona muy pesada, una bolsa que alguien ha lastrado con ladrillos y fragmentos de lo que parece cerámica.

Sin embargo, no tardan en darse cuenta de que hay algo más. Un objeto envuelto cuidadosamente en varias capas de plástico. Poco a poco deshacen la maraña de este material ya putrefacto. Y en cuanto lo hacen, un hedor insoportable, denso como el mismísimo infierno, les golpea en pleno rostro. Es el olor de la descomposición. Alarmados llaman a la policía metropolitana. Lo que encuentran los agentes confirma todas las sospechas.

Se trata de restos humanos. De inmediato, el canal se convierte en el centro de una operación de búsqueda. Un equipo de buzos de la policía trabaja durante horas en estas aguas frías y turbias. Hasta que sacan 5 bolsas más, todas lastradas con ladrillos, como si alguien hubiera querido asegurarse de que este secreto jamás volviese a salir a la superficie. En cada una de ellas aparece una parte del mismo cuerpo. En total 6 bolsas y 6 segmentos distintos.

El torso está partido en dos. Las piernas seccionadas por las caderas y por las rodillas.

Los brazos cercenados por los hombros y por los codos. Sin embargo, a pesar de todo lo que tienen delante, siguen faltando piezas clave de esta especie de puz de macabro. No hay ni rastro de la cabeza, las manos o los pies. La autopsia determina que los restos pertenecen a una sola mujer. Más allá de eso, los forenses disponen de muy poquitas pistas. Aun así consiguen extraer muestras viables de sangre y las envían a analizar. Y sorpresa sorpresa, el ADN coincide con un perfil que está inscrito en el sistema de datos. Se trata de una mujer fichada por delitos relacionados con drogas y prostitución. Se llama Paula Filch. Tenía tan solo 31 años.

Paula es madre de 3 hijos. Nacida en Liverpool, abandona su ciudad natal con la esperanza de empezar una nueva vida en Londres. Sin embargo, la capital termina engulléndola. Poco a poco cae en el consumo de crack y su situación empeora rápidamente. Los servicios sociales no tardan en retirarle la custodia de sus hijos y, sola y vulnerable, acaba inmersa de lleno en el trágico mundillo de la prostitución.

Y en fin, ya sabéis cómo suele continuar una historia así. Se trata básicamente de una espiral sin salida, de un círculo vicioso. Al reconstruir los últimos meses de su vida, la policía descubre que, cuatro meses antes del hallazgo del cuerpo, Paula mantiene una relación con un hombre que se hace llamar Joe Johnson.

Pero al revisar los registros oficiales no consiguen encontrar a nadie que responda a este nombre. Lo que sí que encuentran es otra pista que sigue esta misma línea. Según varios testimonios del entorno de Paula, Joe Johnson comparte piso con un tal Tony Sweeney, un personaje con un historial delictivo de campeonato.

Aún así, conforme van atando cabos, la atención de los investigadores no tarda en girar hacia otra dirección distinta, aunque tampoco muy lejana. Tony tiene un hermano llamado John Sweeney, con un historial que no es que huela mal, es que apesta. Para que os hagáis una idea, tiene una orden de búsqueda y captura por intento de homicidio, pendiente desde 1994. Los agentes no tardan en investigar.