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Fantasía lesbica en una boda

Fantasía lesbica en una boda

9/10/2025 · 05:37
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El rincón sensual Episode of El rincón sensual

Description of Fantasía lesbica en una boda

Ursula se siente atraída por una atractiva mujer casada en la boda de su amiga

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Úrsula deslizó la invitación entre sus dedos, el papel satinado susurraba promesas de un reencuentro.

La boda era de Martina, su mejor amiga de la universidad.

Hacía años que no la veía, y la idea de asistir a un evento donde no conocería a nadie, podría haberla disuadido.

Pero la nostalgia tiró más fuerte, y en un impulso reservó vuelo y habitación en el mismo hotel del convite.

El reencuentro con su amiga fue una explosión de abrazos y risas, una burbuja de recuerdos compartidos antes de que la ceremonia y la solemnidad de los votos las devolvieran a la realidad.

En el banquete, Úrsula se dirigió a su mesa, donde compartía lugar con siete desconocidos.

A su lado, Rosa, una mujer espectacular con un vestido que se adhería a sus curvas como una segunda piel, resaltando cada detalle, cada insinuación.

Venía acompañada de su marido, pero fue ella quien tomó la iniciativa, con su voz calmada y dulce.

«Mi pobre marido no puede beber, le toca conducir».

Las copas comenzaron a vaciarse, y con cada sorbo, la conversación entre ellas fluía con una facilidad sorprendente.

Risas, confidencias, la complicidad se tejía hilo a hilo, densa y cálida.

El alcohol desdibujaba los bordes de la timidez, y cuando la música invitó al baile, Rosa, con una mirada cómplice a Úrsula, ignoró las protestas de su marido y la arrastró a la pista.

El ritmo se apoderó de sus cuerpos, fundiéndolos en una danza compartida.

Al principio, con movimientos torpes, luego, con cada paso, más fluidos, más cercanos.

Úrsula sintió una atracción desconocida, un imán tirando de su piel.

Sus manos se buscaron, se entrelazaron, los dedos se rozaron con una electricidad que la hizo estremecer.

Sus cuerpos parecían buscarse, caderas con caderas, muslos con muslos, y cada roce era una caricia, una chispa que prendía un fuego nuevo en su interior.

La excitación hacía crecer un murmullo caliente bajo su piel, y juraría que Rosa la correspondía.

En un instante suspendido, las narices se tocaron, y sus ojos se clavaron, los de una en los de la otra, formando un universo de deseo mudo y pulsante.

Úrsula sintió el impulso irrefrenable de besarla, de invitarla a su habitación, de perderse en ese abismo de sensaciones.

El deseo era un torbellino, y en ese instante, en medio de la pista de baile, Úrsula decidió que la besaría.

Que no le importaba todo lo demás, que aquella mujer la atraía de una forma irresistible.

Pero la realidad, caprichosa y cruel, interrumpió el hechizo.

El marido de Rosa apareció con su voz apagando la música en sus oídos.

«Es hora de irnos».

Rosa, aunque protestó con un adorable moín, supo que tenía razón.

Úrsula sintió una punzada de decepción tan intensa que le apretó el pecho.

La magia se desvanecía, la burbuja estallaba.

En la despedida, Rosa se inclinó y con una dulzura que le aceleró el pulso, depositó un beso en los labios de Úrsula.

No fue un beso de amiga.

Fue un roce lento, suave, que encendió de nuevo la llama en su sexo, reviviendo un eco de la excitación que la había consumido en la pista.

Cuando la pareja desapareció entre la multitud, Úrsula subió a su habitación con la cabeza dándole vueltas, cada imagen del baile se reproducía una y otra vez.

Se quitó el vestido, dejando que la tela cayera al suelo como una promesa rota, y se tumbó en ropa interior sobre la cama, sintiendo el roce del edredón suave y frío contra su piel febril.

De repente, tuvo una idea, las redes sociales.

La buscó y sin demasiado esfuerzo la encontró.

Por fortuna, su cuenta era pública.

Deslizó el dedo por la pantalla, sus ojos devoraban cada imagen, buscando un rastro más de aquella conexión.

Y entonces apareció una foto del verano pasado, en la playa bajo el sol.

Rosa lucía un bikini minúsculo, apenas cubriéndolo esencial, revelando la piel dorada y esas curvas que ya había imaginado en el baile.

La excitación volvió, más fuerte, más cruda.

Un tributo final a esa noche.

Su mano se deslizó lentamente, casi sin conciencia, por debajo de la goma de su tanga, sus dedos buscaron alivio en la intimidad de su propio cuerpo.

Como un adolescente mirando la foto de su ídolo, Úrsula se dejó llevar, con la imagen de Rosa grabada en su mente, y la sensación de sus labios saboreando su piel.

El clímax llegó como una ola, lenta y luego poderosa, su cuerpo se arqueó, un suspiro escapó de sus labios.

Era el final de la noche, de la fantasía, pero el principio de algo nuevo.

Algo que una conexión inesperada había sembrado.

Se tendió en la cama, la pantalla del móvil se apagó.

Pero la imagen de Rosa se quedó en su mente, invitándola a soñar con un próximo encuentro.

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