EL FILATELISTA de Nicolas Feuz

La ciudad suiza de neuchatel está a menos de media hora de berna la capital de esta confederación de pequeños países donde hay que explicar a fondo para encontrar escritores de novela negra que sean muy populares con la sección de joel dicker claro tiene un mercado al aire lib tres veces a la semana en la plaza un castillo una colegiata una estación de tren ser lugar de nacimiento del chocolate de escuchar y hasta tiene una fábrica de relojes de bulgari lo que no tiene es criminales dignos del fbi aunque los partidos de derechas suizos traté de convencer de que ha aumentado la delincuencia debido al emigra es más una percepción que en realidad porque según eurostat que muestra la incidencia de homicidios por cada cien mil habitantes en treinta y uno países europeos suiza comparte con noruega y luxemburgo las últimas posiciones en resumen hay que echarle imaginación para crear aquí un asesino psicópata creíble pero resul que es precisamente en seattle donde viven nicolás foi de un fiscal que lleva varios años escribiendo novelas de crímenes y ahora publica en español su última novela al presentarla a la prensa habla de su trabajo en estos términos me encantan las historias policíacas desde los quince años y luego mi segunda fuente de inspiración obviamente es mi trabajo como fiscal desde hace veintiséis años en mi país un fiscal sólo está ante el tribunal el veinte por ciento del trabajo el ochenta porciento es dirigir la polis hacía judicial en las investigaciones y cuando se dirige a la policía judicial se acude al lugar de un asesinato así que digamos que eh visto cosas terribles en la espalda del hombre las casillas blancas se alternaban con las rojas era un tablero sanguinolento sus gritos habían cesado respiraba con pesadez en el sótano un fluorescente en las últimas crepitaba iluminando débil e intermitentemente el suelo de fría y húmeda gravilla una corriente de aire gélida atravesó la sala el hombre se estremeció de pies a cabeza estaba totalmente desnudo atado alrededor de un potro de gimnasia con el torso aplastado contra el cuero y las piernas y los brazos atados a las cuatro patas metálicas su torturador novia un rato nada entre jaden jadeo con dificultad y baby meando sangre del hombre murmuró porque es esto lo hago por ella desde que el hombre había vuelto en sí en el fondo del sótano en aquella lamentable postura su verdugo no había sido muy locuaz condesa ahí al lado puede que ya haya despertado y yo asistí oyendo los últimos recuerdos del hombre acababan del mundo una calle obscura y desierta de la capital del jura la noche la nieve el frío el silencio luego un agujero negro cuánto tiempo había estado inconsciente ante esto este sitio el torturador no iba a responder a esa pregunta el verdugo es el cuclillo frente a su víctima y le levantó la cabeza con brusquedad tirándole del pelo hacia arriba va completamente de blanco con guantes y capucha como los que usan la policía científica en el escenario de un crimen para proteger las huellas los ojos medio cerrados el hombre se clavaron en los del torturador a través del grueso cristal amarilla de sus gafas de protección en la mirada del verdugo no había ni odio ni compasión no expresaba ninguna emoción humana pegándole a los labios el gollete de una cantimplora le ordenó bebé cien no tenía sed no había parado de beber desde que había vuelto en sí en aquel sótano dos litros puede que tres sentí el organismo saturado en el estómago y los intestinos notaba el gorgoteo de toda el agua que había ingerido y que no consiguió evacuar su vejiga estaba llena a reventar y laurel otra hinchada hasta la punta del pene pero algo no la dejaba salir los dolores en su abdomen comprimido contra el cuerpo y su glande obstruido por una fuerza invisible eran tan lancinantes como lo de su espalda desollada para formar un tambero hundiéndola el gollete de la cantimplora en la boca del torturador insistió es importante importante qué estupidez en la brumosa mente del hombre ya nada tenía importancia sintió un chorro de agua helada descendía hasta su estómago e inmediatamente una arcada al traje del esófago un sabor a sangre no que ya había regurgitado en la carne y que su verdugo la había obligado a tragar luego había tenido que volver a ingerirla sin masticarla