

Description of Los fontaneros de los partidos
Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 268 de «La lucha por el derecho» nos describe a los fontaneros de los partidos políticos.
En el siguiente enlace pueden acceder a los artículos de Pedro Manuel González: https://www.diariorc.com/autor/pedromgonzalez
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Lo único que no somos pesimistas somos los asociados en el MCRC porque creemos en un futuro de libertad y de esperanza y de optimismo para España. Somos optimistas.
Se nos podrá tachar los que no nos conozcan de ilusos y le diremos no, no, no.
Iluso es el que cree en ilusiones.
Nosotros no perseguimos una utopía.
...dentro de ciudadanos hacia la república constitucional dado por Antonio García Tririjano.
La lucha por el derecho, con Pedro Manuel González.
En esta monarquía de partidos se llama fontaneros a esos individuos que, en la sombra, manipulan, reparan, desatascan y, sobre todo, encubren las actividades de estos, generalmente aquellas que están fuera de la ley.
Son los técnicos del poder, operadores políticos cuya función no es servir al gobernado, sino mantener la ficción de legalidad y de estabilidad de una arquitectura política muy alejada de ser una democracia.
En esta oligarquía, donde el partido es parte del Estado, donde no hay elección de los titulares del poder, sino una ratificación ciega de listas, la figura del fontanero se torna no solo necesaria, sino estructural.
El fontanero partidista es el agente del encubrimiento.
Es quien filtra a los medios lo que interesa al aparato.
Es el que destruye los documentos comprometedores cuando amenazan con salir a la luz.
Es el que negocia en reservados de restaurantes los pactos de impunidad entre formaciones enfrentadas en público, pero que son cómplices en privado.
Es quien impide que aflorezcan los escándalos cuando aún están en gestación y cuando estallan.
Es quien controla la fuga para que el daño sea limitado, para que no parezca sistémico.
Necesariamente, sus cualidades mejor valoradas deben ser la carencia de principios y la discreción.
Su fidelidad, que no lealtad, es para la maquinaria del partido.
Son la correa de transmisión en el engranaje del consenso, esa palabra sagrada del régimen que, lejos de significar acuerdo entre ciudadanos, implica pacto entre cúpulas para repartirse el botín del Estado.
La existencia y el poder de los fontaneros no es un accidente, sino una consecuencia inevitable de la falta de democracia.
Porque donde no hay separación de poderes, donde no existe un poder legislativo independiente del Ejecutivo, donde los diputados no responden ante sus electores, sino ante su jefe de filas, el control del poder no se ejerce por la ciudadanía, no se ejerce por los gobernados, sino por redes internas de fidelidades y de chantajes.
Es ahí donde el fontanero actúa, donde se mueve, donde hay pobredumbre estructural que requiere ser encubierta.
No es necesario que haya un nombramiento formal.
El fontanero no tiene siquiera por qué estar adscrito formalmente al partido de una manera necesaria.
El régimen lo selecciona de manera natural.
Son los fieles, los discretos, los inmorales útiles.
Exministros reciclados, periodistas domesticados, exjueces entregados al partido, altos funcionarios que se deben al escalafón más que la ley o, por otro lado, el más cutre fanático de base.
Da igual, pueden nadar tanto en una sede de partido como en despachos, consultoras, fundaciones, grupos de presión o directamente en redacciones de prensa.
Son la arteria oculta por la que fluye el verdadero poder, más allá de urnas y más allá de eslóganes.
La prueba del 9 de su carácter institucional, aunque sea tácito, es que los medios y los políticos de la situación critican con falso escándalo sus actuaciones concretas cuando son descubiertas, pero no es su existencia que normalizan sin rubor.
Es el clásico robar no es malo, lo malo es que te pillen.
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