
Francesc quiere morir (DOCUMENTAL SONORO - CARNE CRUDA #1533)

Description of Francesc quiere morir (DOCUMENTAL SONORO - CARNE CRUDA #1533)
Este 25 de junio se cumplen justo 4 años de la entrada en vigor de la Ley de la Eutanasia y en este documental sonoro de Andrea Olea, analizamos todas las aristas de una ley que va asentándose, pero que aún contiene vacíos y grietas.
Vacíos que alargan el tiempo de espera y el sufrimiento de los pacientes innecesariamente. Grietas por las que se cuelan quienes se creen con derecho a decidir sobre los cuerpos y las vidas de otros. Conocemos a Francesc Augé, que lleva tiempo en un limbo burocrático para que se le conceda la eutanasia. Hablamos con la asociación Derecho a Morir Dignamente, y con dos personas que vivieron en su propia piel el proceso, y que son la cara y la cruz de la aplicación de esta ley: Gina Montaner, hija del periodista y escritor cubano Carlos Alberto Montaner, a quien acompañó hasta que le fue concedida su eutanasia; y Judit González, que murió en diciembre esperando una eutanasia que nunca llegó. Contamos también las trabas que hay en este proceso con la jurista Núria Terribas, y hablamos de cómo este derecho al buen morir es también el derecho al buen vivir con Sara Castro, impulsora del proyecto “Las Luziérnagas".
Más información aquí: https://bit.ly/MuerteDignaDoc1533
Haz posible Carne Cruda: http://bit.ly/ProduceCC
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Vale, pues si te parece empezamos, ¿no? Y si repetimos, repetimos.
Eso te iba a decir, que no hay ningún problema porque luego podemos editar todo el vídeo.
Por eso digo, porque me engancho muchas veces.
Pues eso, no hay ningún problema, tenemos todo el tiempo del mundo, ¿vale? Yo no, tú sí, yo no.
Todo el mundo no.
Yo tengo fecha límite.
Andrea, ole, ¿a quién es y por qué sabe cuál es su fecha de caducidad? Se llama Francés Caugé y es un tipo muy carismático.
Estuve con él en su casa en Ballirana, cerca de Barcelona, donde nos sentamos un rato a charlar en el patio, al solecito.
Me gusta mucho la música electrónica.
Antes salía en moto, antes.
Le encanta la electrónica, en concreto el progressive y los coches tuneados y salir a bailar.
Y tiene un sentido del humor fantástico, muy negro, como habéis visto también.
Pero a los 55 años es también alguien que ha sufrido dos infartos y cuatro ictus.
¿Cuatro ictus? Por los que le cuesta pensar, hablar, como habéis escuchado, moverse y casi cualquier cosa que os imaginéis.
Ducharme, la comida, vestirme. Bueno, vestirme sí, eso sí.
Pero las cosas que hago, me cuesta mucho todo, el día a día.
Y muy antes las cosas cotidianas automáticamente las hacía.
Ahora, si no las pienso, no las hago.
¿Pero se le nota mucho? A ver, cuando camina se le nota más porque va con muleta, pero cuando la deja de lado dirías que está bien.
Su dolor es invisible.
El que se ve es triste.
Si las personas no lo ven, no es triste.
Ven con quien conduzco, hago cosas.
Sí, pero las cosas que puedo hacer, tengo mucho tiempo para hacerlas.
No puedo trabajar de ello, no puedo porque me cuesta mucho todo.
Y el que quiera quedarse así me parece muy bien, pero yo no quiero esto para mí.
Claro, no lo quiere porque sufre, insiste en que sufre mucho.
Y por eso, porque no deja de sufrir, ha puesto a su vida una fecha límite.
Francesc ha decidido que quiere morir, morir dignamente.
Hoy hablamos del deseo de Francesc porque se cumplen justo cuatro años de la entrada en vigor de la ley de la eutanasia.
Una ley pionera que situó a nuestro país en la vanguardia mundial del derecho a una muerte digna.
Solo un puñado de países en el mundo recogen este derecho, casi ninguno con una ley tan garantista como la de nuestro país.
En España es posible poner día y hora al final de la vida si decidimos que no queremos sufrir más.
Pero no es tan fácil.
No es dicho y hecho.
Vamos a analizar todas las aristas de una ley que va asentándose pero que aún contiene vacíos y grietas.
Vacíos que alargan el tiempo de espera y el sufrimiento de los pacientes innecesariamente.
Grietas por las que se cuelan quienes se creen con derecho a decidir sobre los cuerpos y las vidas de otros.
Jueces que decretan que sufrir sea obligatorio.
Médicos que no cumplen con el juramento de evitar el dolor.
Y personas que piensan que acabar con el dolor es un pecado.
Hablamos del derecho al buen morir.
Que es también el derecho al buen vivir.
Ya os lo aviso, no va a ser un programa fácil pero sí creo que va a ser un programa necesario.
Y aunque hablemos de la muerte, y sea evidentemente muy duro, también hablamos del amor a la vida.
A la vida buena.
Y de esa inmensa prueba de amor que es respetar la decisión de un ser querido de poner fecha a su propia muerte.
Francesc no odiaba la vida, su vida.
Al contrario, la disfrutaba, le gustaba lo que hacía.
El trabajo mío era camionero, entonces me gustaba mucho la carretera.
¿Qué es lo que te gustaba de ser camionero? La libertad. Sin libertad no es vida para mí.
Y de esa pasión por la libertad de la carretera nació su obsesión por los coches.
Un coche tan viejo.
Y las motos. Me estuvo enseñando su taller, donde tiene una moto de carreras que ya no puede usar, y luego el Mercedes Compressor que se compró de segunda mano y es una pasada.
Lo compré tres años atrás, me gustó el color.
Azul oscuro y totalmente tuneado.
No sé si habéis visto las fotos.
Sí, sí, lo he visto.
Le ha cambiado el motor, las llantas, le ha puesto leds de colores por todas partes.
El coche fantástico, vaya.
Y lo tiene lleno de pegatinas, algunas humorísticas y otras inspiradoras, como una que dice My Life, My Rules.
Mi vida, mis reglas.
El coche tira que no veas.
Madre mía.
Esto va como un pepino.
Pero una cosa, ¿no tenía problemas para moverse? ¿Puede conducir? A mí me ahorró el autobús de vuelta de Bayerán a Barcelona.
Pero porque tenía un día bueno.
No siempre es así.
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