
Fructífero intercambio de René González con cederistas tuneros

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El consejo popular número 18 de esta ciudad de Las Tunas se vistió de gala para acoger al Héroe de la República de Cuba, René González Sehwerert, quien en un intercambio cómplice con los cederistas compartió anécdotas de sus experiencias como piloto en la aeronáutica.
René, quien visita Las Tunas cumpliendo con sus responsabilidades como presidente del Club de Aviación de Cuba recordó las ocasiones en que visitó la provincia y habló de la importancia de compartir estas vivencias con los más jóvenes, y exponer las razones por las que él y sus compañeros, enfrentaron largas condenas en los Estados Unidos.
Como parte de las actividades el Héroe de la República de Cuba recibió el reconocimiento de las autoridades del Partido y el Gobierno en la provincia, hermoso gesto que acogió con alegría en nombre de los cinco luchadores antiterroristas.
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En la época en la que yo ejercí como piloto deportivo teníamos aquí un lugar que se llamaba La Canoa, que era una plaza fuerte de los deportes aéreos y se practicaron muchos deportes, salieron muchos campeones y bueno después de los problemas económicos que todos conocemos, la actividad deportiva bueno ha tenido su alto y bajo, pero yo pienso que tiene de nuevo perspectivas de desarrollo en las Tunas, sobre todo a una nueva dirección que fue elegida hace unos días y que bueno cuenta con el apoyo del gobierno de la provincia.
Yo tengo muchos recuerdos de aquellos vuelos, pero hay uno en particular que siempre me llevó hondo porque un poco que me hace ver que bueno aún cuando a nosotros se nos homenajea y se nos recibe como héroes y la gente reconoce lo que nos tocó hacer e insisto lo que nos tocó porque aquí a cada pueblo ha tocado su parte y esta historia que lo voy a hacer tiene un poco que ver con eso aunque de manera indirecta.
En el año 87 yo participé en un campeonato de planeadores de vuelo libre, de volavela perdón, que es un campeonato en el que aviones sin motor compiten a ver cuáles hacen la distancia mayor en menos tiempo. En aquella época nosotros hacíamos un triángulo que era muy bueno, se los recomiendo a los muchachos nuevos de vuelo libre cuando tengamos turno aquí. Era desde las Tunas hasta casi hasta Granma. ¿Cómo se llama el puente que estaba antes de llegar allá? No, Puente Guillén, Puente Guillén puede ser. Puente Guillén y después veníamos cerca de aquí y regresábamos a las Tunas.
Un día yo despegué mi competencia y estas competencias son complicadas porque uno tiene que ir evaluando cómo se comporta el tiempo y buscando la ruta mejor. La ruta generalmente no es recta sino la ruta en que las nubes y la visión que uno tiene de la meteorología lo va llevando a lo largo de la ruta.
Ese día salimos y a mediados del camino de aquí a Puente Guillén había un espacio que era era una incógnita. Ninguno de los pilotos que estábamos volando sabíamos qué había en ese espacio.
Yo con el deseo de ganar me lancé y no había nada. Me quedé bajito y tuve que aterrizar en un campo de caña.
La caña estaba recién cortada y yo aterricé con mi planeador, mi flamante planeador de plástico blanco.
Me bajé del planeador con mi uniforme militar y me rodearon un montón de campesinos que estaban cortando caña y me dijeron, ¿qué estás haciendo aquí? No, que yo soy piloto, que sí lo sé.
¿De qué? No, no, usted no se vaya de aquí hasta que no venga un policía a sacarlo.
Y bueno, efectivamente, me costó trabajo como enseño de que yo no era un americano que había desembarcado.
Pero si yo iba a ser el americano, no sé qué me hubiera pasado.
Lo que quiero decir con esto es que nosotros, los cinco, no somos más que cubanos de otra generación.
Cubanos a los que un día el país tocó a la puerta y nos pidió que cumpliéramos una misión para defendernos de agresiones que nosotros presenciamos desde niños. Yo recuerdo siendo muy pequeño, los más jóvenes aquí no tendrán ni idea, algunos sí, los menos jóvenes de esta generación, que un día La Habana despertó estremecida.
Había venido una lancha de Miami y había cañoneado con un cañón de 20 milímetros el Hotel Rosita de Ornedo, el teatro que es que a los Max ahora es área de ahí, y habían atacado ese lugar.
Luego, cuando me tocó ir allá, conocí a uno de los atacantes del Hotel Rosita de Ornedo, José Basurto, que después creó el Mano de Arnicate, conocido por casi todos.
Bajo la sombrilla de una organización humanitaria. Y así mi generación vivió muchas experiencias.
Yo recuerdo cuando niño que yo caminaba por las costas de La Habana y recogía los casquillos de las balas que se habían intercambiado contra los piratas que habían desembarcado en Montevalleto, en el reparto de flores, o en muchos de esos lugares, porque sencillamente habían venido a ametrallar las costas de Cuba, disparando indiscriminadamente contra el que estuviera ahí.
Por supuesto, como parte de mi generación enterré o participé en el entierro de los mártires evapados, un momento que uno nunca olvida.
Y cuando se me dijo que hacía falta que cumpliera esta misión, bueno, pues dije que sí, sin pensarlo dos veces.
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