
Description of Genealogía de un "cover" y la traducción musical
En este primer episodio de Trujamancia analizamos el viaje de “Non sono una signora” y sus versiones en español como himnos de resignificación afectiva y queer. Luego, conversamos con la profesora Rocío García Jiménez (Universidad de Málaga) sobre la traducción de canciones y su dimensión cultural, política y emocional.
Edición y mezcla: Camilla León
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Hola hola trujamantes, sí, a ti que alguna vez te obsesionaste con una canción traducida sin saber bien por qué, a ti que tarareaste Total Eclipse of the Heart creyendo que hablaba de eclipses y a ti que siempre supiste que había algo raro con las canciones de ABBA en español, a ti te hablo. Bienvenida es el primer episodio de Trujamancia, un podcast donde traducir no es solo pasar palabras de una lengua a otra, es convertirlas en fantasmas, en pistas de baile, en deseos que cruzan fronteras con glitter, trauma y en este episodio con un poco de autotune.
¿Qué vamos a hacer aquí? Bueno, vamos a traducir, pero no como nos enseñaron en la universidad. Aquí la traducción es trampa, es goce y es exceso. Es ver como un verso cambia de sentido cuando lo canta una diva en otro país, es escuchar un doblaje que hace más queer una escena de lo que el guionista jamás imaginó.
Trujamancia es un espacio para hablar de canciones, películas, series, subtítulos, covers, doblajes y esas pequeñas intervenciones que nos hacen preguntarnos ¿quién decidió esto?, ¿por qué en español suena más cursi? y ¿por qué me duele más así? Pero también es un podcast para preguntarnos qué tiene que ver todo esto con nuestros cuerpos, con nuestras identidades, con la forma en que deseamos y con cómo nos leemos entre líneas.
Este primer episodio es para abrir boca y oído, con una pregunta sencilla pero demoledora. ¿Qué pasa cuando traducimos música? Primero les contaré la historia de una canción que cruzó lenguas, fronteras y terminó siendo un himno queer sin quererlo o queriéndolo mucho pero disimulando, porque ya saben que a veces las traducciones también salen del closet. Y luego en la segunda parte conversaremos con una especialista en traducción musical que nos ayude a entender qué significa eso de versionar, de cover, qué se pierde, qué se gana y si es verdad que a veces la versión suena mejor que la original.
Spoiler, a veces sí. Así que suban el volumen, ajustense los audífonos y prepárense para este conjuro de traducción cultura pop y deseo. Imaginen esto, una mujer sale a la calle con la dignidad rota, el rimel corrido y la certeza de que el amor romántico fue una estafa. ¿Dónde sucede la acción? En un motel. ¿Y cuál es el soundtrack? Guitarras eléctricas y un coro que dice no soy una señora. El resto es historia. Hoy en Trujamancia vamos a recorrer la vida secreta de una canción que empezó siendo italiana, melancólica y ambigua y terminó convertida en una fantasía queer.
Bailada en discotecas, lipsyncada por drag queens y gritoneada por hombres de marcado carácter homosexual en karaokes a las tres de la mañana. Así que pónganse cómodes, trujamantes, porque ahora vamos a hablar de traducción, de melodrama, de divas. Y de cómo decir no soy una señora es a veces un acto de resistencia. La historia empieza en 1982, cuando Loredana Berté lanza Non son una señora. ¿Quién es Loredana? Piénsenla como la hermana gótica de Rafael Acarra.
Roquera, intensa, con una vida llena de cicatrices y una voz que suena como si se hubiera peleado con todos sus ex el mismo día. La canción es rarísima. No cuenta una historia en sí, sino que lanza imágenes como fogonazos, carreteras, moteles, hojas plateadas nacidas de árboles caídos y, en el centro de todo, un grito. Non son una señora. No soy una señora. No soy ese ideal domesticado de feminidad. No soy decente, ni discreta, ni educada. Soy otra cosa. ¿El qué? Bueno, eso no lo aclara, pero tampoco hace falta. El tema se convirtió en un clásico en Italia.
Y como buena canción pop italiana, no tardó en salir del país.
Corte a 1984. En un giro que ni los guionistas de una telenovela brasileña podrían haber anticipado, Non son una señora tiene tres versiones en español. Tres. Y todas en el mismo año. Algo pasaba en el aire. Hombreras, dramatismo y muchas ganas de adaptar lo que no se entendía del todo. Primero, Lucía Méndez, reina de las telenovelas. La mujer que podía llorar con la cámara girando en 360 y la lágrima le caía perfecta.
Su versión se llamaba Ella es una señora. Y, spoiler, ya no hay rechazo al rol de la señora. Ahora hay reafirmación. Lucía no canta en primera persona. Canta sobre otra mujer, ella, una mujer atrapada en su casa, en su matrimonio, esperando a su marido que nunca llegue. Es la señora que llora en silencio mientras calienta la cena por tercera vez.