EL GRITO DEL SER: LA PSICOLOGIA QUE FREUD NO PUDO CREAR

Buenos días. Bienvenidos al blog de Juan Gómez Guerrero.

Hoy tenemos el privilegio de adentrarnos en la mente y en la experiencia del autor del libro El grito del ser.

Un libro que no sólo describe un modelo terapéutico, sino que funda toda una nueva corriente, la psicología del ser.

Juan Gómez Guerrero, bienvenido.

Gracias.

Vamos a seguir el esquema que usted mismo ha propuesto para intentar entender la génesis de su trabajo.

Vamos a dividir la entrevista en cuatro cuestiones.

La primera de ellas la he querido titular la motivación profunda.

La primera pregunta va al corazón mismo del proyecto.

¿Cuál fue esa motivación profunda, esa chispa existencial o profesional que hizo necesario que surgiera tanto el libro El grito del ser como el marco de la psicología del ser? ¿Qué vacío vino a llenar? Bueno, yo diría que en términos generales ha habido en mi vida, a lo largo de toda mi vida, siempre un deseo de buscar la verdad.

La verdad ha sido para mí el lema fundamental de mi vida.

Siempre he buscado con ahínco, con mucho deseo, con mucha pasión la verdad.

Y en este sentido de la pregunta, lo que ha pasado es que esa verdad, cuando yo empecé a formarme en psicoanálisis, ahí yo buscaba la verdad.

¿Y qué pasaba? Pasaba que cuando yo me enfrenté, me confronté con aquellas ideas que dábamos en aquellos seminarios, donde habíamos un grupo de ocho o diez personas y un psicoanalista didacta que era el que dirigía el seminario, yo empecé a sentir algo.

Yo empecé a sentir un desacuerdo.

Un desacuerdo.

Un desacuerdo entre aquello que yo escuchaba y lo que yo sentía.

Ese era el desacuerdo.

Lo que yo pensaba, lo que allí se me exponía, las ideas que me ofrecía y lo que yo vivía y experimentaba en mi interior.

Ese desacuerdo.

Ahí empezó, ahí se inició en un germen pequeñito la psicología del ser.

En ese desacuerdo.

Es decir, ¿cómo yo podía teorizar aquello que yo estaba sintiendo frente a aquello que yo estudiaba? Ese es el problema.

Y en ese desacuerdo yo empecé a tener dos frentes.

Uno, el frente, digamos, del psicoanálisis clásico, el psicoanálisis freudiano, y otro, mis sentimientos, lo que yo experimentaba, lo que yo sentía, lo que yo vivía y sufría y gozaba dentro de mí.

Ese fue el momento clave, el momento inicial, ese como el sembrar el grano sobre la tierra de la psicología del ser.

Ahí empezó todo.

Entonces, partiendo de esta explicación que da, este vacío en la teoría psicológica proviene de una insatisfacción con las herramientas que tenía para ayudar a sus pacientes.

¿Sentía que las explicaciones clásicas no llegaban al fondo de ese sufrimiento que veía cada día en cada uno de ellos? Sí. Para mí, lo que yo experimentaba y lo que yo sentía en la relación con mis pacientes era algo muy afectivo, muy emocional.

Mientras que lo que yo tenía como estructura mental, traído desde el psicoanálisis clásico, no me ofrecía las herramientas para entender aquello que yo estaba viendo, aquello que yo escuchaba, aquello que veía en la palabra, en el gesto, en el sufrimiento, en la esperanza de esos pacientes que yo atendía.

Por tanto, tuve, no tuve más remedio, porque yo lo deseaba, no tuve más remedio que empezar a hacer algo. ¿Qué podía hacer con eso? Pues lo que podía hacer es hacer algo nuevo, algo que no se me ofrecía, algo que no tenía. Esas herramientas no me daban la solución para eso.

Empecé a pensar, y empecé a pensar escuchando, empecé a pensar sobre fe.