La Guerra de los Mundos - Al trasluz con José de Segovia

De pronto estalló el pánico en Nueva Jersey.

A la gente temblaban las piernas, gritaba.

Mujeres se desmayaban y hombres se echaban a la calle esa noche, dice el New York Times.

Las líneas de teléfono estaban colapsadas.

Y a las dos horas, la Cruz Roja y la Guardia Nacional se movilizaban en muchas zonas de todo el este de Estados Unidos.

Todo esto ocurría el 30 de octubre de 1938 por una emisión de radio de la cadena CBS que hizo Orson Welles desde un teatro de Nueva York, dando la impresión de que marcianos invadían la Tierra.

Su dramatización era basada en un texto clásico de la literatura, la novela de ciencia ficción que se llama La Guerra de los Mundos.

La escribió el británico H. G. Welles y la tomó Orson Welles en esa grabación, que llegó a tener una influencia tal que todavía hoy es objeto de estudio cada vez que se habla de cómo los medios condicionan nuestra vida.

Bajo la forma y lenguaje de un informativo, aquellos actores de la CBS convertidos en locutores de noticias anunciaban la llegada de esa avalancha de platillos volantes, hacían conexiones a hipotéticas unidades móviles que narraban el aterrizaje de las naves y describían temibles extraterrestres.

Se calcula que casi dos millones de oyentes creyeron que la invasión era cierta.

Por tanto, ante la historia de la primera fake news de los medios de comunicación.

Pero en este programa vamos a hablar del libro, de la obra también que da sentido y de sus expresiones tanto en la música y en el cine, además de en la representación radiofónica de Orson Welles.

Así comienza el libro de La Guerra de los Mundos.

En los últimos años del siglo XIX, nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y sin embargo tan mortales como él.

Que mientras los hombres se ocupaban de sus cosas, eran estudiados quizá tan a fondo como el sabio estudio a través del microscopio las pasajeras criaturas que se agitan y multiplican en una gota de agua.

Y antes de juzgarlos con demasiada dureza, debemos recordar la destrucción cruel y total que nuestra especie ha causado no sólo entre los animales como el bisonte y el dido, sino también entre las razas inferiores.

A pesar de su apariencia humana, los tasmanios fueron exterminados por completo en una guerra de extinción llevada a cabo por los inmigrantes europeos durante un lapso que duró escasamente 50 años.

¿Es que somos acaso tan misericordiosos como para quejarnos si los marcianos guerrearan con las mismas intenciones con respecto a nosotros? Es curioso cómo ha evolucionado el mito del extraterrestre.

En la obra de Wells se presenta a estos marcianos como aguerridos invasores que no dudan en freír con sus rayos a cualquier ser humano que se encuentran.

Son, dicen en palabras de Wells, intelectos poderosos, fríos y crueles que toman la carne y la sangre de otras criaturas para inyectarlas en sus cuerpos frágiles.

Escribe Wells que no tenían un sistema muscular desarrollado, pero la visión que nos da la guerra de los mundos extraterrestres es seres terribles, que dice Wells que devoran y conquistan sin razón.

Su perspectiva de los humanos, sin embargo, tampoco es mucho mejor.

Son masas enloquecidas, egoístas, insensibles al sufrimiento del individuo, capaces de aplastar a un niño con el que tropiecen.

Y en su lucha por la supervivencia, el hombre aparece dominado por una avaricia desmedida que hace que uno muera por no ser capaz de soltar unas monedas de oro, por lo que su huida de esta amenaza no demuestra más que la bajeza de la condición humana.

Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de última hora.

A las 8 menos 20 el profesor Farrell del Observatorio de Mount Jennings de Chicago comunica que se han observado en el planeta Marte unas explosiones de gas incandescente que se suceden a intervalos regulares.

El espectroscopio revela que se trata de hidrógeno y que este gas se dirige a la Tierra con rapidez.

La obra de Welles se presentaba...