Gusanos

Buenas noches, incauto oyente. Acabas de cruzar una puerta que tal vez no deberías haber cruzado jamás. No obstante, sé bienvenido a los oscuros y primigenios parajes literarios de nuevos mitos de tu pasado.

Mark y Olivia estaban celebrando el quinto cumpleaños de su hijo Mark. Era un niño despierto y espabilado, además de muy valiente. Largas sesiones disfrutando en compañía de sus progenitores de la película Scooby-Doo y de las habituales celebraciones de Halloween conllevaron que el chiquillo no temiese ni a los monstruos, ya que creía que eran señores disfrazados, ni a la oscuridad, pues había tenido varias experiencias agradables con sus padres envueltos en la penumbra. Eran una familia feliz, cuya vida transcurría con tranquilidad en la sosegada villa de Esparraguera.

Los únicos momentos de angustia los vivieron hacía tres meses, cuando empezaron a denunciarse varias desapariciones en su pueblo y en las localidades vecinas de la comarca, además del tremendo suceso en un pico de la montaña de Montserrat, lugar al que Mark y Olivia solían ir junto con su hijo. Parece ser que hubo una masacre terrible ahí, con casi un centenar de muertos.

Las autoridades informaron de que se trataba de un sacrificio ritual perpetrado por una secta, deducción inferida a partir de los atuendos ceremoniales que portaban algunos de los muertos, con claros indicios de haberse suicidado después de degollar a medio centenar de víctimas, una de las cuales era Mario, un amigo suyo con quien grabó diversos capítulos de un podcast llamado Space Paranoids, de temática friki.

También se dice que por esos lares del macizo apareció un hombre, con las facultades mentales claramente mermadas, balbuceando extrañas palabras sobre una tercera guerra mundial, una locura del mar, un durmiente y otras frases inconexas, incluyendo un vocablo desconocido, R'lyeh. Cuando Mark vio la foto del perturbado sintió una pulsada en el corazón. Era Julio, otro de los amigos con quien grabó el Space Paranoids.

No sabía si había alguna relación entre la brutal matanza en la que murió Mario y la locura de Julio, que había estado desaparecido más de dos años hasta que apareció en aquel deplorable estado. Lo único seguro era que Mark había perdido a dos buenos amigos. Pero la vida seguía, y él tenía que ocuparse de su familia, así que tras tres meses de la tragedia y después de haber llorado y homenajeado a sus dos amigos En actos tanto públicos como privados, la familia Castillo siguió con su vida amenizada por la cultura popular de corte terrorífico y a ritmo de psicovili, metal y algo de los cuarenta principales. Una vida pacible, que pronto sería hollada por un horror sin precedentes.

El matrimonio Castillo y su hijo Mark estaban disfrutando de una de sus habituales visitas a Monserrat. Les gustaba poder pasar un día en familia en aquellos bonitos parajes, respirando aire puro y admirando tanto las construcciones que pueden encontrarse en el recinto del monasterio como la belleza de sus montañas. Tras dar un largo paseo, llegaron hasta una explanada en lo alto de uno de los picos del Macizo y buscaron un lugar para sentarse.

Mientras descansaban del largo recorrido, Mark se percató del lugar en el que estaban.

Era donde se había perpetrado la brutal matanza en la que había muerto su amigo Mario.

No pudo evitar entristecerse pero intentó disimularlo, puesto que su familia no debía haberse afectada más por aquella desgracia. Al cabo de media hora, los tres se levantaron y andaron un poco por la explanada. Era un emplazamiento muy bonito en el que se podía pasear con comodidad pero, al mismo tiempo, uno podía admirarse observando los picos más altos que había alrededor y, acercándose a los precipicios, se podía gozar de privilegiadas vistas de gran parte de la montaña.