

Description of Hija de Marte, Robert Heinlein (03/14)
HIJA DE MARTE, escrita por ROBERT HEINLEIN. Una novela de 14 episodios que entregaré semanalmente en exclusiva para los Fans de la nave. 🚀
Marte es un tópico en la ciencia ficción (en el mejor sentido de la palabra), pero cuando un ser humano nacido y educado en Marte desciende a la Tierra de la mano de Heinlein, podemos prepararnos para una crítica mordaz, imaginativa y poco indulgente con los prejuicios de la sociedad terrestre, y más cuando la protagonista, Podkayne, es una especie de Lolita interplanetaria, de inteligencia precoz y sin pelos en la lengua.
Si no conoces a Robert A. Heinlein, estás perdiendo a uno de los escritores de ciencia ficción más importantes del siglo XX, junto a Isaac Asimov y Arthur C. Clarke. Considerado uno de los «tres grandes» de la edad de oro del género, su obra abarca clásicos indiscutibles como 'Tropas del espacio' , 'Forastero en tierra extraña' o 'La luna es una cruel amante' , entre otras.
Además, su historia corta 'Todos vosotros, zombies' fue llevada al cine con el título 'Predestination', dirigida por Michael y Peter Spierig. Si lo desean, pueden escuchar el relato completo en este mismo podcast:
Predestination: https://go.ivoox.com/rf/69330975, un relato de R. Heinlein
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Voz y sonido Olga Paraíso, música epidemic sound con licencia premium para este podcast.
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Evox Originals presenta Historias para ser leídas.
Un podcast de ciencia ficción, terror y fantasía dirigido por Olga Paraíso.
Ficciones sonoras con las que podrás sumergirte en otra realidad.
Hija de Marte. Capítulo 3.
¡Alto! ¡Paren las máquinas! ¡Borren las cintas! ¡Cancelen todos los boletines! Después de todo, nos vamos a la Tierra.
Bueno, no todos nosotros.
Papá y mamá no van. Y, naturalmente, los trillizos tampoco.
Pero bueno, creo que será mejor que lo cuente todo sin olvidar nada.
Ayer la situación llegó realmente al límite.
Había estado cambiando a los niños por riguroso turno solo para descubrir que cuando el número 3 estaba seco y limpio, el número 1 necesitaba de nuevo mis atenciones.
Mientras lo hacía, pensaba con amargura que en ese momento exacto yo debía de haber entrado en el comedor del Wanderlust a los acordes de una suave música.
Quizá del brazo de uno de los oficiales.
Quizás incluso del brazo del mismo capitán si hubiera tenido la oportunidad de disponer un feliz encuentro accidental.
Haciendo muy buen uso de mi expresión de gatita desconcertada.
Y mientras soñaba despierta, hundida en la melancolía, descubrí de pronto que otra vez había de comenzar mi tarea.
Aquello era demasiado y mis ojos se llenaron de lágrimas.
Mamá entró en aquel momento.
Le pregunté si por favor podía disponer de un par de horas de descanso.
No faltaba más, querida, me contestó.
Y ni siquiera me miró.
Estoy segura de que tampoco advirtió que yo estaba llorando, pues sin ninguna necesidad se había lanzado a cambiar los pañales del bebé que yo acababa de cambiar.
Había estado mucho rato al teléfono diciéndole a alguien con voz muy firme que aunque era cierto que no nos íbamos de Marte, no estaba dispuesta a aceptar otra comisión, ni siquiera como consejera.
Sin duda, esos diez minutos que pasara lejos de los niños la habían puesto nerviosísima, por lo que se lanzó de inmediato a su cuidado.
La conducta de mi madre resulta totalmente increíble.
Todos los circuitos de su cerebro parecen haberse paralizado y los instintos primarios la dominan por completo.
Ahora me recuerda a una gata que teníamos cuando yo era niña, Topitos, y su primera camada de gatitos.
Topitos nos quería y confiaba en todos nosotros, excepto en lo que concernía a sus pequeños.
Solo con que rozáramos a uno se mostraba muy inquieta.
Pero si sacábamos a un gatito de la cesta y lo poníamos en el suelo para admirarlo, llegaba a él de un salto, lo cogía con los dientes e inmediatamente lo devolvía a la cesta.
El inquieto movimiento de su trasero parecía querer decirnos con toda claridad lo que pensaba de las personas irresponsables que no saben manejar a un bebé.
Mamá se comporta ahora de la misma manera.
Acepta mi ayuda sencillamente porque hay demasiadas cosas que hacer para una sola persona.
Pero está convencida de que ni siquiera soy capaz de coger un niño en brazos sin la más estricta supervisión.
Así que me fui y, siguiendo ciegamente mi instinto, acudí en busca del tío Tom.
Le encontré en el Club Elks, el punto más probable a esa hora del día, pero tuve que esperar en el salón de señoras a que él saliera de la sala de juego.
Lo hizo a los diez minutos y además contando un montón de billetes.
«Siento haberte hecho esperar», dijo.
Pero estaba enseñándole a un amigo la inseguridad del cálculo de probabilidades y hube de esperar lo suficiente para cobrar la clase.
«¿Cómo te va, Pothcain?» Intenté contárselo todo.
Me armé un lío terrible y me eché a llorar.
Me llevó hasta el parque que rodea al ayuntamiento, me sentó en un banco y me compró chocolatinas.
Me comí la mía y la mayor parte de la suya mientras miraba las estrellas.
Luego volví a contárselo y me sentí mejor.
Me dio unos golpecitos cariñosos en la mano.
«Anímate».
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