

Description of Hija de Marte, Robert Heinlein (04/14)
HIJA DE MARTE, escrita por ROBERT HEINLEIN. Una novela de 14 episodios que entregaré semanalmente en exclusiva para los Fans de la nave. 🚀
Marte es un tópico en la ciencia ficción (en el mejor sentido de la palabra), pero cuando un ser humano nacido y educado en Marte desciende a la Tierra de la mano de Heinlein, podemos prepararnos para una crítica mordaz, imaginativa y poco indulgente con los prejuicios de la sociedad terrestre, y más cuando la protagonista, Podkayne, es una especie de Lolita interplanetaria, de inteligencia precoz y sin pelos en la lengua.
Si no conoces a Robert A. Heinlein, estás perdiendo a uno de los escritores de ciencia ficción más importantes del siglo XX, junto a Isaac Asimov y Arthur C. Clarke. Considerado uno de los «tres grandes» de la edad de oro del género, su obra abarca clásicos indiscutibles como 'Tropas del espacio' , 'Forastero en tierra extraña' o 'La luna es una cruel amante' , entre otras.
Además, su historia corta 'Todos vosotros, zombies' fue llevada al cine con el título 'Predestination', dirigida por Michael y Peter Spierig. Si lo desean, pueden escuchar el relato completo en este mismo podcast:
Predestination: https://go.ivoox.com/rf/69330975, un relato de R. Heinlein
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Voz y sonido Olga Paraíso, música epidemic sound con licencia premium para este podcast.
BIO Olga Paraíso: https://instabio.cc/Hleidas
PODCAST creados por OLGA PARAÍSO
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Evox Originals presenta Historias para ser leídas.
Un podcast de ciencia ficción, terror y fantasía dirigido por Olga Paraíso.
Ficciones sonoras con las que podrás sumergirte en otra realidad.
Hija de Marte. Capítulo 4.
No he tenido tiempo para escribir en este diario desde hace días. Casi me resultó imposible disponerlo todo para el viaje. Habría sido totalmente imposible, a no ser porque la mayoría de los preparativos, todas las inoculaciones terrestres especiales y las fotografías, pasaportes, etc., estaban hechos desde antes que nos atacara la gran tragedia.
Mamá salió de su limbo atávico y me ayudó muchísimo. Incluso permitió que uno de los trillizos llorara unos minutos antes que dejara medio terminar mi equipaje.
No sé cómo mi hermano se preparó ni si tenía alguna disposición que tomar. Seguía deslizándose sigilosamente de un lado a otro. Y si se molestaba en hacerlo, contestaba con un gruñido. Tampoco el tío Tom parecía encontrarlo difícil. Sólo le vi un par de veces en aquellos diez días tan frenéticos. Una de ellas para que me prestara parte de su concesión de peso de equipaje. Cosa que hizo. ¡Qué encanto de tío! Y en ambas ocasiones tuve que sacarle arrastras de la sala de juego del club.
Le pregunté cómo se las arreglaba para disponerse a un viaje tan importante y tener tiempo todavía para jugar a las cartas. No hay problema, me contestaba. Ya he comprado un cepillo de dientes nuevo. ¿Es que hay que hacer algo más? Le di un abrazo muy fuerte y le dije que era un cielo. Y él se rió y me acarició el cabello. Yo le preguntaba si llegaría a sentir alguna vez la misma indiferencia con respecto a los viajes espaciales. Supongo que sí, si he de ser astronauta.
Pero mi padre dice que prepararse para un viaje supone ya la mitad de la diversión. Así que tal vez no desee convertirme en un ser tan sofisticado. El caso es que mamá me entregó sana y salva, con todo mi equipaje y demás montones de documentos. Billetes, informes médicos, pasaporte, complejo de identificación universal, asignación y garantía de los tutores. Tres clases distintas de moneda, cheques de viaje, certificado de nacimiento y certificado de policertificado de seguridad y no recuerdo qué más.
Todo ello comprobado en el aeropuerto de lanzamiento de la ciudad. Yo llevaba en la mano un paquete de todas aquellas cosas que ya era imposible incluir en el equipaje. Y un sombrero en la cabeza y otro en la mano. Aparte de esto, todo iba bien. No comprendo por qué, pero jamás llegó a bordo. Sin embargo, no lo he echado de menos. La despedida en el aeropuerto fue de lo más lacrimoso y apasionante. No sólo por papá y mamá, cosa que era de esperar.
Cuando papá me abrazó fuertemente, lo rodé con ambos brazos, y por un terrible segundo desee no separarme de ellos. También porque aparecieron allí unos treinta compañeros de clase, y eso, eso sí que era algo totalmente inesperado. Sostenían en alto una pancarta que decía «Buen viaje, Paul Kane». Me dieron tantísimos besos que hubiésemos podido iniciar una epidemia de grandes proporciones si alguno de ellos llegara a tener una enfermedad.
Me besaron incluso muchachos que jamás lo habían intentado en el pasado. Y les aseguro que no es completamente imposible besarme, si se enfoca el asunto con confianza y elegancia, ya que opino que conviene permitir el desarrollo normal de los instintos, aparte del de la inteligencia. El corpiño que papá me había obsequiado para el viaje se arrugó todo, y ni siquiera lo advertí hasta que estuvimos a bordo del transbordador. Supongo que fue en ese momento cuando perdí aquel sombrero, pero nunca lo sabré.