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By Santiago Camacho DIAS EXTRAÑOS con Santiago Camacho
El hombre que midió el aburrimiento: La curiosa ciencia de Francis Galton

El hombre que midió el aburrimiento: La curiosa ciencia de Francis Galton

4/11/2025 · 10:16
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En este episodio de DÍAS EXTRAÑOS exploramos la fascinante y controvertida figura de Francis Galton, primo de Charles Darwin y uno de los científicos más excéntricos de la historia. Más allá de ser el padre de la eugenesia, descubrimos a un hombre obsesionado con medir absolutamente todo: desde el color que cambiaba en los rostros de los espectadores durante las carreras de caballos, hasta la eficacia de las oraciones por la realeza británica. Inventor del silbato para perros, los mapas meteorológicos en periódicos y un "detector de atracción" basado en la inclinación física de las personas, Galton representa la delgada línea entre el genio científico y la obsesión desmedida. Una historia sobre cómo la mente humana puede brillar y extraviarse al mismo tiempo.

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Días extraños con Santiago Camacho Esta semana en nuestra sección vidas extrañas vamos a hablar de uno de los científicos más curiosos y con peor fama de toda la historia.

Vamos a hablar de Francis Galton. Francis Galton que era primo de Charles Darwin lo cual nos muestra que en la misma familia puede tener cabida lo mejor y lo peor y que se convirtió en el padre del concepto de la eugenesia, la cría selectiva de seres humanos dicho en términos sencillos y con esto se convirtió también de facto en ese momento en el inspirador del movimiento nazi y de muchos otros movimientos racistas. Pero esto es sólo la punta del iceberg de los intereses científicos de este hombre que se interesaba por cosas realmente curiosas.

Por ejemplo, en 1884 a Francis Galton se le ocurrió la idea de un indicador de atracción, un medio para medir esencialmente hasta qué punto dos personas se gustaban entre sí. La idea dependía de una creencia que tenía Galton que era de orden etimológico y esa creencia era sobre la palabra inclinación. Si alguien tiene inclinación hacia alguien, inclinación emocional en este caso, también se inclinará físicamente en su dirección.

Así que basándose en esta premisa, Galton ideó un indicador de atracción que eran unas almohadillas de presión que ponía bajo las patas de las sillas de sus invitados y con las cuales podía monitorizar hacia qué lado inclinaban su cuerpo y de esta manera saber quiénes se sentían atraídos entre sí. Y es que lo que caracterizó a Francis Galton a lo largo de toda su vida fue su intento de meter, de medir con el tamiz científico cualquier aspecto del universo, objetivos, subjetivos, medibles y pesables o no.

Por poner otro ejemplo, cuando le pintaron un retrato, él no se preocupó de si salía guapo, de si salía feo, más o menos favorecido, sino del número de pinceladas. ¿Cuántas pinceladas había que dar para hacer un retrato perfecto de un ser humano? La pregunta puede parecer idiota pero a Galton no se lo parecía porque hasta el arte intentaba someterlo a sus reglas científicas. Él era médico de formación, médico en el siglo XIX cuando la anestesia pues no estaba no estaba todavía demasiado bien perfeccionada y otra muestra de su afán por sistematizarlo todo fue un método que desarrolló siendo estudiante de medicina en Birmingham, un método con el cual decía que podía decir sin mirar qué tipo de operación se le estaba llevando a cabo a un paciente simplemente escuchando el patrón característico de los gritos de dolor que profería.

Pero la eugenesia o la medicina no fueron ni muchísimo menos los únicos campos de la ciencia que cultivó, incluso incluso tuvo algunos éxitos genuinos de los que disfrutamos actualmente. Descubrió los anticiclones, que sería de los meteorólogos sin ellos. De hecho fue el primer meteorólogo de un periódico, creó el primer mapa del tiempo que se publicó en un periódico británico y también tuvo un papel muy importante en el campo de las huellas dactilares, en el campo de la aplicación de las huellas dactilares a la ciencia forense.

Y también inventó el silbato para perros, ese que no podemos oír los seres humanos. Sin duda un tipo brillante a su manera aunque el problema era que la naturaleza de sus investigaciones científicas era absolutamente imprevisible. En un momento de su carrera, por ejemplo, se retiró de todo para investigar durante meses la fórmula para la preparación de la taza de té perfecta.

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