

Description of EL HOMBRE QUE FUE JUEVES. CAPÍTULO 13
El hombre que fue Jueves , una novela de GK Chesterton que los va a llevar por un camino lleno de misterio, intriga y sorpresas inesperadas.
Imagina a Gabriel Syme, un poeta con una vida aparentemente tranquila, que de pronto se ve arrastrado a un mundo secreto donde nada es lo que parece. Su aventura comienza cuando recibe una misión: infiltrarse en un grupo extraño y peligroso, liderado por una figura enigmática conocida como Domingo. Este consejo, donde cada miembro lleva el nombre de un día de la semana, está envuelto en sombras, y Syme, ahora Jueves, tendrá que navegar entre el caos y el orden para descubrir qué está pasando realmente.
Con un estilo único, Chesterton mezcla humor, filosofía y un toque de lo absurdo en una historia que te mantiene al borde del asiento. ¿Es una conspiración? ¿Un juego de máscaras? ¿O algo mucho más profundo? Esta no es solo una novela de detectives, es un rompecabezas que te invita a reflexionar mientras disfrutas de el estilo incisivo, directo y lleno de poesía de este autor inglés. Chesterton insistió en que la novela no pretendía describir el mundo real tal como era, sino el "mundo de duda salvaje y desesperanza" que los pesimistas describían en su época, con "solo un destello de esperanza en algún doble significado de la duda".Nos ofrece, por tanto, una narrativa que, aunque está llena de tensión y caos, termina con un mensaje de esperanza y afirmación de la bondad.
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A la mañana siguiente, cinco camaradas, tan alegres como fatigados, tomaban el barco de rumbo a Dover. Al pobre coronel le sobraban razones para quejarse. Primero, por haber tenido que pelear por dos bandos ficticios, y luego por el linternazo que recibió. Pero era un caballero magnánimo y contentísimo de saber que ninguna de las dos partes tenía relaciones con la dinamita, salió a despedirlos hasta el dique con mucha gentileza. Los cinco reconciliados detectives tenían mil explicaciones mutuas que darse. El secretario le explicaba a Syme cómo se había enmascarado para que los anarquistas lo tomaran por gente de su bando.
Syme explicaba por qué él y sus amigos, aunque en país civilizado, habían optado por la fuga. Pero sobre toda esta montaña de menudencias explicables se levantaba la cuestión central, inexplicable. ¿Qué significaba todo aquello? Si todos ellos eran unos inofensivos agentes, ¿qué cosa era el Domingo? Si éste no se había apoderado del mundo, aunque parecía capaz, ¿qué era lo que hacía? Sobre este punto el inspector Radcliffe persistía en sus temores. Como ustedes, decía, tampoco yo entiendo el juego del Domingo, pero sea éste lo que fuere, yo aseguro que no es un ciudadano sin tacha. ¡Qué diablo! ¡Basta recordar aquella cara! —Confieso —contestó Syme— que a mí...
—Bueno —dijo el secretario—, pronto lo volveremos a ver y sabremos a qué atenernos, porque mañana es la próxima Junta General, y ustedes me perdonarán —dijo con su fanática sonrisa— que esté al corriente de mis deberes de secretario.
—Sí —reflexionó el profesor—, creo que tiene usted razón, creo que sólo de él mismo podremos recibir la revelación de este misterio. Pero confieso que por mi parte me espantó ante la sola idea de preguntarle al Domingo qué casta de pájaro es él.
—¿Por qué? —preguntó el secretario—. ¿Por miedo a las bombas? —¡No! —dijo el profesor—, por miedo a quien os diga quién es.
—Es hora de beber un poco, señores —dijo el doctor Bull después de un silencio.
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