Hombres Espejismo: La guerra psicológica detrás de los OVNIS

DÍAS EXTRAÑOS CON SANTIAGO CAMACHO En marzo de 1950, en la Universidad de Denver, en Colorado, se pidió a 90 estudiantes de ciencias que asistieran a una conferencia sobre platillos volantes a cargo de un conferenciante anónimo.

Cuánto misterio.

El caso es que rápidamente se corrió la voz por el campus y el día de la charla, el 8 de marzo, la sala estaba abarrotada.

Fueron 50 minutos de conferencia en los que el misterioso experto les dijo que no solamente los platillos volantes eran algo real, sino que cuatro de ellos habían aterrizado en la Tierra y tres habían sido capturados por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.

El conferenciante los describía con gran detalle.

Eran diferentes a cualquier cosa que se hubiera diseñado en la Tierra, sin un remache, sin una junta, sin un perno, sin un tornillo, como si todo estuviera hecho de una sola pieza.

Eran de un metal ligero, parecido al aluminio, pero tan duro que era prácticamente imposible de romper ni de forma mecánica ni aplicando calor.

Pero aquella no era una conferencia cualquiera sobre ovnis.

Había algo raro.

Algo tan raro como que, después de la charla, los presentes fueron sometidos a un exhaustivo cuestionario preguntándoles sobre lo que habían escuchado, su opinión sobre ello, si se lo creían, si no.

El misterioso conferenciante más tarde se supo que no era espía, ni miembro del gobierno, ni científico, ni militar, no, era un simple vendedor.

Alguien que había sido contratado para dar aquella charla por no se sabe muy bien quién ni con qué propósitos.

Bueno, sí, el propósito estaba bastante claro, demostrar o comprobar cómo aquellos estudiantes de ciencias, gente escéptica, podían ser convencidos para creer lo improbable.

De hecho, el cuestionario que se les hizo demostró que el 60% se creyó todo lo que les había sido contado en aquella charla.

Aproximadamente un mes más tarde, el 14 de abril de 1950, la corporación RAND, que por aquel entonces era una rama de investigación y desarrollo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, publicó un documento clasificado como de alto secreto y titulado La explotación de las supersticiones para propósitos de guerra psicológica.

Y en ese documento se decía que en un entorno de inquietud, de tensión, de inseguridad, muy parecido a la paranoia de la guerra fría que consumía a los Estados Unidos en aquel momento, las supersticiones podían ser utilizadas para guiar a las poblaciones en el sentido que se desease y que había que estudiarlas.

Estudios como la de los ovnis, estudios como la misteriosa charla de la Universidad de Denver.

En el documento se daban ejemplos prácticos de cómo explotar estas creencias.

Se contaba cómo en los años 20 del siglo pasado, el ejército británico transmitió lo que parecía la voz de Dios desde aviones que sobrevolaban la frontera noreste de Afganistán.

Y también contaba cómo otras representaciones religiosas habían sido proyectadas en las nubes en diversos episodios de la Primera y la Segunda Guerra Mundial para asustar o todo lo contrario, para dar ánimos a los combatientes en ciertos momentos muy concretos de estas contiendas.

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