"Hop Frog" un relato de Edgar Allan Poe

¿Qué sería de los reyes y príncipes sin sus bufones? Ellos saben que sin la locura la vida no tiene gracia y que incluso los más sabios agradecen esa pizca de sal que les arranca la verdad sin ofenderle.

Erasmus de Rotterdam elogió a la locura.

Oh sí, amigos, el rey va desnudo.

Esta frase resulta muy curiosa, ¿no creen? De hecho, tiene su origen en el cuento El traje nuevo del emperador, de 1837, escrito por el danés Hans Christian Andersen.

En la historia, unos estafadores convencen al emperador de que pueden tejer un traje mágico pero las personas inteligentes y competentes pueden ver.

En realidad, el traje no hace nada, de hecho, ni siquiera existe.

Pero como nadie quiere parecer tonto o incompetente, todos fingen admirar la ropa invisible del monarca.

Entonces el emperador desfila vestido con su traje hasta que un niño inocente grita ¿Pero si el emperador va desnudo? Con el tiempo, la frase se convirtió en una metáfora que seguimos usando a día de hoy para señalar situaciones donde una mentira, ilusión o engaño colectivo se mantiene porque nadie se atreve a decir la verdad evidente hasta que alguien lo expresa de manera clara y honesta.

En este caso, la inocencia de un niño basta para revelar la auténtica verdad.

Algo similar nos ocurre con los bufones.

En las cortes medievales y renacentistas existía con frecuencia la figura del bufón o el loco.

Era un personaje que entretenía con chistes, canciones, imitaciones y comentarios mordaces.

El bufón contaba con el beneplácito de su posición para burlarse del rey, la iglesia y los altos mandatarios de palacio, algo prohibido para cualquier otro cortesano.

Su función no era sólo divertir, también servía para exponer las controversias y permitir la crítica en un entorno con frecuencia cerrado a estrictos protocolos, pues era el único capaz de ofrecer las verdades incómodas del reino, disfrazadas de comedia.

Se decía que el bufón, al no tener nada que perder, pues no aspiraba cargos, ni tierras, ni títulos, era el único que podía poner al monarca frente al espejo.

Y sí, puede que ésta sea también una visión idílica del bufoneo, que operaba con frecuencia en la cuerda floja, pero en ella reside buena parte del sentido de su existencia.

De hecho, la idea del bufón como portador de la verdad aparece en muchas tradiciones literarias, narrativas, políticas y sociales.

En la literatura, un buen ejemplo podría ser el del Rey Lear, la famosa obra de William Shakespeare, en la que el bufón es el personaje más lúcido, dice verdades crueles que nadie más se atreve a pronunciar.

En la tradición política medieval, se entendía que el bufón cumplía una función casi institucional.

El poder necesitaba una voz que le recordara sus límites.

El concepto se relaciona con el del loco sabio, que aparece en ensayos y sermones.

Alguien considerado tonto por su apariencia, pero en realidad capaz de revelar verdades profundas, como ocurre con la carta del loco en el tarot.

El bufón es capaz de abrir nuevos caminos en los que nadie se atreve a aventurarse.

FILÓSOFOS Y PENSADORES