La Ilíada Y La Odisea - La Espada Y La Balanza

La guerra de los hombres se ha convertido en guerra de dioses. El caos que reina entre griegos y troyanos ahora se extiende hasta el Olimpo, donde los dioses tiran de la cuerda en este conflicto interminable. Han hecho un nudo que no se puede desatar.

Ares fue herido por Atenea, al igual que Afrodita. Zeus no puede tolerar esa situación. Los dioses y las diosas lo han desobedecido. De ahora en adelante, declara, quien ayude a cualquiera de los bandos será sometido. Serán arrojados al profundo abismo del infierno, las profundidades sin sol del Tártaro, más abajo de la morada de Hades, donde aquellos que se han atrevido a desafiar la autoridad de Zeus ahora languidecen.

Zeus mira en particular a su esposa Hera y a su hija Atenea, que acaba de regresar del campo de batalla. Ellas también están obligadas a aceptar la sentencia del dios de los dioses. En esas, Hera da rienda suelta a su rabia. Prohibir que los dioses intervengan es favorecer a los troyanos, pues sin la ayuda de los dioses y sin su mejor guerrero Aquiles, los griegos no tienen oportunidad de ganar.

Impulsado por la rabia de su madre, Ares, hijo de Hera, le pregunta a Zeus cuánto más va a tolerar que su hija Atenea manipule a los hombres para atacar a los inmortales. Acusa a Zeus de proteger a su hija favorita bajo el pretexto de que había nacido de su cabeza. Zeus rechaza con fuerza la queja de Ares.

Le ordena que se retire del Olimpo y que vaya a que Asclepius, el dios curador, atienda sus heridas. Amenaza al dios de la guerra con una estadía en el inframundo si aún se atreve a expresarse. Después, el dios de los dioses sube a su carruaje, toma el látigo, azota a sus caballos con mano férrea y sale a andar entre el cielo y la tierra. Nadie sabe a dónde va, ni qué está planeando, pero por la expresión de su rostro, está claro que no tiene intención de limitarse a ser un simple espectador.

Ares ha llegado donde Asclepius, que vive cerca de Troya. El dios curador es hijo de Apolo. Dos de sus hijos tomaron parte en la guerra contra los griegos y ya han caído ante los golpes del formidable Aquiles. Cuando envió a Ares donde Asclepius, Zeus sospechaba que el dios de la guerra había llegado.