La influencia del alcohol en la conducción en España: una perspectiva criminológica

Hola, te doy la bienvenida a un nuevo episodio del programa Cuadernos de Criminología, donde realizamos un acercamiento al conocimiento puramente criminológico.

En este episodio voy a ahondar en un tema que está apoyado en dos grandes bloques de conocimiento de la criminología. Uno de ellos es la toxicología y otro de ellos es la delincuencia vial. Vamos a ver por qué importa tanto ese alcohol al volante. No sé si sabías que conducir bajo los efectos del alcohol sigue siendo una de las grandes causas de accidentes de tráfico en España.

A pesar de que las cifras han mejorado con los años, cada vez que alguien combina alcohol y conducción pone en juego la vida de muchas personas. Esto es algo que va más allá de una simple multa o de la pérdida de puntos en el carné. Es un tema con un enorme peso social y también criminológico. En primer lugar, el alcohol al volante genera un choque entre la conducta individual, es decir, esa decisión de beber y después conducir, y la protección colectiva, esto es la seguridad de todas las personas que comparten la vía.

Cuando alguien decide conducir habiendo bebido, no solo se arriesga él o ella, sino que arriesga también a peatones, pasajeros y otros conductores. Por otro lado, este fenómeno nos muestra cómo la ley, la educación vial y la cultura social intentan frenar un comportamiento que pone en peligro la vida y la integridad física de toda la ciudadanía. Desde la criminología se presta especial atención a este tema porque presenta una alta incidencia de delitos y puede además tener resultados devastadores, como lo son lesiones graves, muertes y un coste emocional incalculable para las víctimas y sus familias. El alcohol sabemos que está presente en un buen número de accidentes con víctimas mortales. Aunque las leyes se han endurecido y han aumentado los controles preventivos, el problema persiste.

Por eso es fundamental que no solo hablemos de castigo y sanciones, sino también de prevención y rehabilitación, sobre todo tratando de entender por qué la gente conduce bebida y qué se puede hacer para evitarlo. En España, la principal referencia legal sobre la conducción bajo los efectos del alcohol es la llamada Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial y que es complementada con el Código Penal. Estas dos normas establecen los límites de alcoholemia y las consecuencias de sobrepasarlos, ya sea desde el punto de vista administrativo o penal. Esos límites son, para la conducción en general, una tasa máxima permitida de 0,5 gramos por litro en sangre o 0,25 miligramos por litro en aire aspirado.

Para los conductores noveles, que son aquellos que tienen menos de dos años de carné, y para los profesionales, pues que son los transportistas, conductores de autobuses, taxis, etc., el límite baja hasta 0,3 gramos por litro en sangre o 0,15 miligramos por litro en aire aspirado. Esta diferencia se debe a que se entiende que quienes tienen menos experiencia al volante o transportan personas y o mercancías deben tener un margen de seguridad mayor. En España, circular por encima de los límites de alcohol puede suponer bien una infracción administrativa o bien suponer un delito penal, y esto va a depender de la tasa y de las circunstancias concretas de cada suceso. Nos hallaremos ante una infracción administrativa, en el caso de superar el máximo legal, pero que no llegara a niveles considerados como delito o si no hay una conducción temeraria evidente.

En este caso, el conductor se enfrentaría a una multa económica y a una posible retirada de puntos del carne. En cuanto a aquellas circunstancias que ya devienen delito penal, hablamos de cuando la tasa supera el 1,2 gramos el litro de sangre o el 0,60 miligramos por litro en aire aspirado. También si se observan signos claros de embriaguez que pongan en peligro la circulación, pues nos encontraremos ante un delito contra la seguridad vial. Esto podría conllevar penas de prisión de hasta 3 a 6 meses, multa o trabajos en beneficio de la comunidad, además de la retirada del carnet, entre 1 y 4 años. España ha ido endureciendo progresivamente su legislación en los últimos años. Se han incrementado los controles preventivos de alcoholemia, la pérdida de puntos y las sanciones, especialmente para conductores reincidentes.