
La inteligencia alienígena que habita nuestros océanos

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En este episodio de Días Extraños nos sumergimos en el fascinante universo de los pulpos, criaturas con habilidades que parecen sacadas de la ciencia ficción. Descubrirás cómo estos moluscos sin concha han desarrollado una inteligencia única que nada tiene que ver con la nuestra, pueden regenerar miembros, cambiar el color y textura de su piel a voluntad, y hasta burlar a los científicos escapando de sus acuarios por la noche. Exploramos la intrigante pregunta: si los humanos desapareciéramos, ¿podrían convertirse los pulpos en la nueva especie dominante del planeta? Un viaje a las profundidades del océano y de la evolución para conocer a la criatura más inteligente y extraña del mundo invertebrado.
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DÍAS EXTRAÑOS CON SANTIAGO CAMACHO Los pulpos son fascinantes, tienen habilidades que serían casi como superpoderes o cosas alienígenas, pueden hacer crecer de nuevo sus miembros perdidos, pueden camuflarse cambiando el color de su piel y la textura a voluntad. De hecho esos cambios en los dibujos y en los colores de su piel es lo que utilizan para comunicarse unos con otros en un extraño lenguaje visual que los científicos todavía no han podido desentrañar. Son moluscos, son moluscos como los caracoles, caracoles que han perdido su concha y que han desarrollado un gigantesco cerebro.
De hecho lo más notable de los pulpos es su inteligencia, una inteligencia que no tiene nada que ver con la de los mamíferos y que se ha desarrollado por una rama completamente aparte y es una inteligencia enorme. Pueden resolver problemas complejos como nosotros, utilizan herramientas como nosotros, pueden incluso abrir esos complicados cierres a prueba de niños que a muchos de nosotros se nos resisten y todo ello nos hace plantearnos una fascinante pregunta. Si los seres humanos por alguna razón, y hay muchas, nos llegásemos a extinguir, ¿serían los pulpos los que heredasen la Tierra, la nueva especie dominante, la nueva especie inteligente? Toda esa inteligencia se la deben a un cerebro muy desarrollado, un cerebro que es el más grande de todos los invertebrados.
En parte es un regalo que le deben a su medio de vida, a vivir en el medio acuático, a fin de cuentas pues no están limitados por la gravedad. Parece algo impresionante pero en comparación con el cerebro humano tampoco es que sea gran cosa. El cerebro de un pulpo tiene unos 500 millones de neuronas mientras que el nuestro tiene alrededor de 86 mil millones. La desproporción es grande pero, oye, con sus 500 millones de neuronas hacen grandes cosas, los pulpos las aprovechan muy bien. De hecho los científicos tienen serios problemas para medir la inteligencia de los pulpos porque los pulpos normalmente suelen tomarles el pelo.
Si los meten en un laberinto, pues en vez de seguir el laberinto y ser buenos chicos como hacen los ratoncitos del laboratorio, lo que suelen hacer es intentar escaparse y resolverlo por arriba, por abajo, haciendo trampas. Muchas veces los científicos se han encontrado con que los pulpos por la noche abandonaban sus acuarios y se dedicaban a explorar el laboratorio por su cuenta. He contado alguna vez la anécdota de aquel laboratorio donde en una pecera tenían un pulpo para este tipo de experimentos y en otra, en el otro extremo del laboratorio, pues tenían unos erizos de mar para otras cosas.
Todos los días cuando los científicos llegaban al laboratorio se encontraban con que faltaba un erizo. Cada día un erizo menos. Gran misterio. Así que terminaron por poner cámaras en el laboratorio por la noche para ver qué pasaba y no salían de su asombro. El pulpo cuando creía que estaba solo y no le veía a nadie, levantaba la tapa de su acuario, salía de él, atravesaba el laboratorio, llegaba hasta el acuario de los erizos, volvía a levantar la tapa, se introducía en éste, se comía un erizo. Cuando había terminado, salía del acuario de los erizos, volvía a colocar la tapa en su lugar, volvía a atravesar el laboratorio, se metía en su propia pecera y la tapaba desde dentro dejando todo tal y como estaba.