Introducción a la violencia contra la mujer

Hola, te doy la bienvenida a este nuevo capítulo del programa Cuadernos de Criminología.

En esta ocasión vamos a abordar de forma introductoria y amplia la violencia contra la mujer.

Vamos a ver tipos distintos de violencia que se perpetran contra las mujeres por el mero hecho de ser mujeres y la elevadísima prevalencia de esta situación que es de carácter global es lo suficientemente importante como para que sea un tema central en los estudios criminológicos.

La violencia contra la mujer es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras en el mundo actual.

Afecta a mujeres de todas las edades, clases sociales, niveles educativos y orígenes culturales.

Pero aunque se trate de un fenómeno global, no es ni debería ser una fatalidad inevitable.

Tiene raíces sociales, culturales y estructurales.

Por lo tanto, la criminología y otras ciencias pueden y deben ayudar a comprender.

Concretamente desde la criminología, esta violencia no se analiza sólo como un acto aislado, sino como un fenómeno complejo atravesado por factores de género, poder, desigualdad y dominación.

No se trata simplemente de violencia entendida como violencia doméstica o de problemas de pareja, sino de una forma específica de violencia motivada por el hecho de que la víctima es mujer.

Y esa distinción no es un matiz, es esencial para comprender su dimensión y también su persistencia, su prevalencia.

Según la Declaración sobre la Eliminación de Violencia contra la Mujer de Naciones Unidas que fue realizada en 1993, este tipo de violencia se definiría como todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, incluidas las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

Desde una perspectiva criminológica, esta definición permite observar que el género no es solo un factor biológico, el sexo no sería solo un factor biológico, sino un constructo social, y aquí me refiero al género, que asigna roles, normas y expectativas que pueden derivar en relaciones asimétricas de poder, donde la violencia funciona como una herramienta de control.

Es decir, debemos también diferenciar los conceptos de sexo y violencia.

Las características biológicas con las que nacemos los hombres y las mujeres, y por otro lado tendríamos el género, que es, como acabo de mencionar, un constructo social y que asigna roles, expectativas, que van a generar y han generado históricamente asimetrías de poder, desigualdad y la expectativa de sumisión de un sexo para el otro.

La violencia contra la mujer adopta múltiples formas, algunas más visibles, otras más sutiles, como pueden ser, por ejemplo, la violencia física y la violencia sexual, que son las más fácilmente reconocibles, pero encontramos una amplia variedad que tiene la misma capacidad de dañar a la víctima que las anteriores.

Encontraríamos, por lo tanto, la violencia física, en la que podemos incluir, entre otras muchas formas, los golpes, empujones, quemaduras, agresiones con objetos o armas, y en muchas ocasiones encontramos que esa violencia física es la punta del iceberg, estamos ante una dinámica de control normalmente mucho más amplia.

Por otro lado, tendríamos también la violencia sexual, que varía desde el acoso en las áreas públicas hasta su manifestación más grave, que sería la violación pasando por el abuso sexual en el ámbito familiar, conyugal o institucional.

También, y esto es importante ponerlo sobre la mesa, incluiríamos la imposición de relaciones sexuales no deseadas dentro de la pareja.

Por otro lado, tendríamos la violencia psicológica o emocional, que sería una de las más extendidas y también una de las más normalizadas.

Aquí tenemos un problema respecto a la percepción de este tipo de violencia, tanto por parte de la persona que lo sufre, que difícilmente puede detectarla y, por lo tanto, percibirse como víctima, y, por otro lado, también por la parte del victimario en la que la víctima se encuentra afectada.