
Ismael Aragón López transporta a la bodega del Algarrobo en Trinidad la canasta básica con la ayuda de sus mulos

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Yosdany Morejón: Ismael Aragón López transporta a la bodega del Algarrobo en Trinidad la canasta básica con la ayuda de sus mulos
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Todo es parte de la vida mía, todo hay que dedicarle tiempo y gustarle, ¿ve? Aquí, en estos lugares que estamos, casi que es mejor que en cualquier otro.
Como nunca en la historia de los huapeses se están utilizando los mulos.
Uno, por el problema que tenemos con el tema de combustible y las necesidades hoy que nos acarecen aquí en la montaña.
Mucho antes del primer cantido del gallo, Ismael Aragón López da de comer a sus mulos mientras les coloca los aparejos necesarios para transportar la canasta básica hasta la bodega de la comunidad de Algarrobo ubicada en el corazón mismo del Escambray, en pleno Lomerío Trinitario.
Donde haya que llevar una mercancía que no entre en un carro, entre el mulo.
Donde haga falta, tengo seis.
Dedicarle, sembrarle caña, grasa, la parte de la que debe, pero hay que buscarle, hay que buscarle atención.
A sus 58 años, jamás ha cobrado un centavo por servir a la comunidad con sus mulos y jamás lo hará, porque lo verdaderamente importante, dice, es rescatar la tradición de la crianza y producción mular que se ha perdido en los campos cubanos.
Eso, por la herencia del viejo mismo, desde chiquito.
Ya este es el nieto, estoy ahí que le gusta eso y lo voy ahí a ver si no se pierde la tradición así.
Porque yo pienso que se pierda.
Se pasa el entero en función de los mulos.
Sí, el entero.
¿Cuándo se te muere un animal esto que pasa? Duele igual que si pierde ya parte de lo que tú has hecho.
Al caer la tarde, Ismael y su nieto César Sotolongo Aragón, de 11 años, descienden cargados de café.
En estas montañas, cada paso de mulo es un latido contra el olvido.
A mí me gusta andar con mi abuelo porque aprendo más y así me divierto yo con los mulos.
Me gusta andar con ellos para arriba y para abajo, para aquí y para allá con ellos.
Yo los cuido, les doy comida.
¿Te has caído de arriba un mulo? No, me caigo y me pongo a parar y sigo con ellos.
Por la parte de nosotros, casi todo el mundo le gusta los mulos.
¿Cómo llevas la escuela con la crianza de los mulos? Por la mañana, allá donde yo vivo, se da clase hasta las 12.
Yo hago las tareas, mis tareas, me voy para la casa.
Y en la casa, cuando hago las tareas, me voy para la finca de mi abuelo y ahí me pongo a andar con ellos porque es muy rico saber y a mí me gusta andar con animales, saber mucho de ellos.
En el Lomerío Trinitario, donde el asfalto no llega, los mulos de Ismael han servido incluso para transportar tecnología y escribir una historia de desarrollo a casi mil metros sobre el nivel del mar.
Cuenta Oberruiz Urquiza, presidente de la UPC Enrique Villegas.
Aquí en el Consejo Popular Acarrubo, más de seis paneles solares que se los han dado a las casas que están intrincadas en la montaña, que no tienen acceso a la luz de la red nacional.
Y todo ese equipamiento se ha llevado con los mulos.
Y se lleva. Los mulos, aquí cargan todo.
Todo lo que usted no se imagina, carga un mulo.
¿Qué perspectivas hay para recuperar esta tradición? Nosotros, como UPC, hemos hecho un convenio con la empresa agroforestal.
Vamos a poner 10 yeguas reproductoras para empezar la cría mular, porque eso no es algo que se ha ido debilitando hoy en la montaña, el tema del mulo.
Lo hemos ido descuidando nosotros mismos y, bueno, ya tenemos un proyecto que ya se está trabajando en eso.
La neblina se aferra a las montañas del plan turquino mientras Ismael y César revisan los mulos.
Juntos, le han puesto un nombre altisonante a cada uno de estos animales, como si Cervantes mismo los impirara.
Esos mulos, cuando yo trabajo con ellos, los suelto.
Ellos van por ahí y cuando yo les diga a fulano, ven para acá, ellos vienen para acá.
¿Cómo le dicen? Cada uno tiene su nombre.
Ese que yo ando montado se llama Chocolate.
El otro, Napoleón, Maravilla.
En pleno siglo XXI, mientras drones sobrevuelan ciudades, todavía hay quienes no saben que un mulo nace de un burro y una yegua y que tiene 63 cromosomas.
Por eso son tantos tarudos, afirma este guajiro.
Estos animalitos son buenos, pero hay que tener cuidado porque si no, se pueden matar.
Si no hay cuidado, se pueden matar.
Si no hay cuidado, se pueden matar.
Si no hay cuidado, se pueden matar.
Aquí, los mulos de Ismael y César tejen una red invisible que mantiene viva la esperanza y deja una huella tan profunda como los barrancos.
Esa huella es el amor por el trabajo duro del campo.
Realización de sonidos, Alíén Fernández.
Realización de sonidos, Alíén Fernández.
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