Jueves de la 11ª semana del Tiempo Ordinario ( ciclo C )

Jueves de la undécima semana del tiempo ordinario. El evangelio es Mateo 6 7 15 y es el momento en el que en el sermón de la montaña Jesús enseña a sus discípulos a rezar el Padre Nuestro. Pero vamos a fijarnos cómo introduce el evangelio de San Mateo esa enseñanza del Padre Nuestro.

Cuando recéis no uséis muchas palabras como los gentiles que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro padre ya sabe lo que os hace falta antes de que se lo pidáis. Vosotros orad así y comienzan a enseñar el Padre Nuestro. ¿De dónde nace esa tendencia a hablar mucho? No seáis como esos gentiles que se imaginan que si hablan mucho les harán caso. ¿Qué hay detrás de ese hablar mucho en la oración? Me atrevería a decir que tres cosas. Una posible es una imagen infantil o absurda de Dios pensando que a Dios hay que informarle. Es no tener conciencia de la omnisciencia de Dios.

Dios lo conoce todo. Pero también creo que puede haber, y esto yo creo que está más extendido, una falta de educación de cómo orar.

Porque lo principal de la oración no es tanto las palabras que uno dice sino la clave de la oración está en el ponernos en presencia de Dios.

Eso es lo que marca la diferencia de una oración bien hecha a una oración mal hecha. El que al comenzar a orar nos pongamos en la presencia de Dios y le digamos Señor aquí me tienes, estoy ante ti y tomemos conciencia de que estoy en su presencia. Entonces obviamente lo importante no son cuántas palabras digas sino que hayas caído en cuenta de que estás en la presencia de Dios. Y también detrás de ese hablar mucho se puede esconder una falta de confianza en el amor de Dios. Como si yo tuviese que convencerle de algo en vez de decirle que se haga tu voluntad, tú me amas más de lo que yo me quiero a mí mismo, tú me amas más y mejor, por lo tanto que se haga tu voluntad.

Por eso Jesús nos pide que nuestras palabras sean parcas y más bien nos atengamos a la oración del Padre nuestro haciendo por lo tanto ese acto de abandono, que sea acto de abandono cada vez que nos ponemos en la presencia de Dios. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros.