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By Santa María de Caná Palabra de Vida
Jueves 13 de febrero - Marcos 7, 24‐30. Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.

Jueves 13 de febrero - Marcos 7, 24‐30. Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.

2/13/2025 · 03:21
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Palabra de Vida Episode of Palabra de Vida

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Meditación del día 13 de febrero de 2025 Palabra de Vida

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Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.
Una mujer extranjera, una mujer que no es judía, pero que había oído hablar de Jesús
y tenía fe en Jesús, le va a suplicar la curación de su hija y aparentemente, aparentemente,
Jesús se hace loco.
No la escucha e incluso cuando la escucha le dice una frase que puede ser muy dura.
No está bien dar a los perros la comida de los hijos.
Como diciendo, señores del pueblo de Israel, si tú no has seguido el culto, digamos, y
no has pedido la conversión, ¿por qué me pides a mí?
Como diciendo, no eres del grupo de los hijos.
Pero no por reproche, sino como extrañándose.
No porque la regañara, la castigara, la insultara, sino diciendo, me extraña, me asombra y si
me hago que bonito esta mujer, que hace un acto de humildad grandísimo, como diciendo,
yo a lo mejor no soy capaz de entrar en este pueblo que dices tú, pero sé que tú eres
muy poderoso y sé que yo no soy nada.
Y entonces uno puede decir, no, el señor la ha maltratado y primero no le hace caso
y después le pone una comparación como con los perros.
Y ella no se ofende.
Todo el mundo dice, sí, pero también los cachorros, los perritos, comen las migajas
que caen de las mesas de los hijos.
Es decir, señor, si te pido una migaja, no te pido que me trates como a tus hijos, no
te pido que me trates como al pueblo elegido.
Sé que soy una extranjera, sé que no conozco nada, pero sé que tú eres amor y sé que
puedo confiar en ti.
Mirad, al final no son nuestros méritos lo que convence a Dios.
No decimos, señor, yo te pido porque he ido mucho a misa, yo te pido porque soy católico
toda la vida, yo te pido porque he hecho muchos sacrificios y soy muy bueno con los demás
y no me merezco esto.
No tenemos méritos.
Lo que conmueve el corazón de Cristo es la humildad, es la humildad de esta mujer que
dice, Dios mío, pues sí, sí, yo no tengo ningún mérito, sí, es verdad, no tengo más
que el amor, el amor a mi hija y el amor, por supuesto, a ti, porque confío en tu poder,
confío en que tú eres capaz de hacer lo que haga falta.
En definitiva, cuando nosotros ponemos nuestra esperanza, no en nuestros méritos, sino en
su misericordia, es decir, que es capaz de amarnos siendo débiles, siendo extraños,
siendo raros, siendo pecadores, es muy bonito esto y esto es lo que nos da la fuerza para
seguir pidiendo a Cristo, aunque sepamos que no tenemos ningún derecho a pedirle
nada ni menos a exigírselo.
Hay gente que cuando le pide cosas a Dios y no se las concede, uy, se enfada muchísimo.
Me has fallado, porque no sirve para nada rezar, porque qué lejos estás, mira para
qué tontería pedirte.
Esta mujer que seguía pidiendo porque tiene un amor muy grande, dijo, es verdad, Señor,
hasta los cachorros, hasta los perritos comen las migajas, no me merezco nada, pero he confiado
en Tu amor, he confiado en Tu misericordia.
Cuando tengas que pedirle algo a Dios, dile lo mismo, Señor, yo no me merezco nada, no
tengo ningún derecho sobre Ti, pero confío en Tu misericordia y en que escuchas a los
que no tenemos nada.

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