"La música en el vientre que alegra al no nacido" - Pra. Anggelina Ugaz

Realizaron un experimento musical con la música de Johan Strauss, aquel vals vienés interpretado por la orquesta filarmónica de Viena.

Estaba reproducida de la mejor calidad y aquella música salía por los audífonos.

Este experimento se trataba de que pudiera oír estos sonidos musicales, aquel ser que estaba dentro del vientre de su madre.

Su diminuto cuerpo reaccionó inmediatamente.

Aún en su corazón se sintió ciertos latidos con ritmo.

El feto comenzó a realizar ciertos movimientos, como si estuviera danzando.

Lo interesante y lo curioso, y aún lo novedoso, es que estos audífonos estaban colocados encima del vientre de aquella mujer que llevaba seis meses de embarazo.

Aquel diminuto ser humano oyó la música a través de las paredes del vientre.

Se movió como danzando.

Esto fue declarado por el Dr. Siliford Holtz, investigador británico.

Él quería experimentar si realmente la música tiene un efecto en nosotros cuando estamos dentro del vientre de nuestra madre.

Dice el Dr. Holtz que cuando la técnica se perfeccione y se acumule más información, será posible predecir el carácter del niño que va a nacer solo por medio de las reacciones de la música hasta prevenirle y curar enfermedades prenatales.

La música es una de las herramientas más importantes y sublimes de la creación que pueden enriquecer el espíritu humano.

El hombre creado por Dios, a su imagen y a su semejanza, tiene la facultad de crear belleza y de producir de la nada solo guiado por su propio ingenio, aún obras de arte, obras de pintura, escultura, música, literatura y todo lo que abarca el espíritu humano.

Cada pueblo de la tierra conforme a su propia cultura e idiosincrasia ha creado su propia música, aún en los pueblos más salvajes, aún cuando se oye el golpear de un tambor con la piel de un rinoceronte, hecho con la piel de un rinoceronte, usando un par de tibias humanas, se puede sacar música y aún estos nativos pudieron experimentar la comunicación, el gozo, las danzas religiosas, las invocaciones y pudieron relacionar la música con su vida cotidiana.

Sin embargo, no hay mejor música en este mundo que la llamada música del alma, que es la armonía, la paz, la dulzura, la suave cadencia de un corazón que late, no tanto al compás quizá de un vals vienés o de una obertura de Verdi o de una sinfonía de Beethoven, sino al compás del corazón mismo de Cristo.

Es la música del corazón.

El corazón de Cristo es sano, es recto, es justo, es limpio.

Es aquella música armoniosa que todos nosotros debemos saber producir en nuestro propio corazón y en nuestra propia vida.

Quizás no tengamos el talento, no tengamos la finura, la sabiduría, o la destreza de poder hacer surgir esta música, pero sólo en Cristo y por la promesa que Él nos ha hecho a través de su Espíritu Santo es quien puede llenar nuestra alma de esta música celestial que se llama salvación.

Debemos enriquecernos de todo lo que Cristo nos da.

No nos alcanzarían los días de nuestra vida para deslumbrarnos de las maravillas.