Lara Lee El Libro: EL TRAGASUEÑOS

¡El Tragasueños!
¡Hola amiguitos de los libros!
Bueno, que os vamos a traer un cuento
que se llama El Tragasueños, como bien he
dicho, que es muy bonito y muy
interesante. ¿Por qué? Porque
es un relato que
cuenta una historia ingeniosa para niños que
sufren pesadillas, que seguramente todos
habéis tenido alguna
pesadilla. Bueno, pues este cuento
os va a contar de una
forma divertida cómo poder
repeler o apartar las
pesadillas de nuestros sueños. Bueno,
os voy a contar algunas características.
El autor es Michael Ende, que también
es el autor de la conocida
Historia Interminable,
que hemos hablado de ello.
Y luego está el ilustrador, que se llama
Angert Fussberg, con unas ilustraciones
muy bonitas y muy detalladas.
Os voy a hacer una pequeña introducción
para que, bueno, pues
os enteréis un poco de qué va el libro.
La protagonista, la princesa dormilina
que vivía en Dormilandia,
nunca se creerá dormir debido a sus pesadillas,
pero un extraño hombrecillo llamado
Tragasueños puede ayudarla a superar
sus miedos. Este Tragasueños es
el que va a conseguir
quitaros las pesadillas. Así que
empezamos, ¿no? Pues...
¡Empezamos!
En Dormilandia,
lo principal para todo el mundo es el dormir.
Por eso se llama así el país.
Y no es lo más importante cuántas horas
pueda uno llegar a dormir, sino lo bien
que las duerma. Porque existe una
diferencia entre dormir y dormir bien.
En mi opinión de los dormilandeses,
quien duerme bien es de carácter amable
y tiene la cabeza clara. Por eso
nombran rey a quien más profundamente logre dormir.
Hubo allí
una vez un rey y una reina que tenían
una hija llamada Dormilina.
Es un nombre muy bonito, ¿no?
La princesa era también una niña muy bonita.
Todo el que la veía tenía que
reconocerlo. Dormilina vivía
con sus padres en el Palacio de los
Sueños, y dormía entre sábanas
y tardes en un gigantesco lecho
con doce. Sin embargo,
la princesita Dormilina nunca quería
acostarse, llegaba a la noche y cada vez
encontraba nuevas excusas para
permanecer levantada un ratito más.
La verdad es que tenía miedo por la noche.
¿Y por qué? Pues porque
con frecuencia tenía sueños muy feos.
Eso ya es malo para las personas mayores
y peor aún para los niños.
Pero para una princesita llamada Dormilina
y que vivía en Dormilandia es terrible.
Parece mentira,
pero la princesita Dormilandia
tenía un sueño muy feo.
El rey y la reina
estaban cada día más intranquilos
y por eso no dormían como hubiesen debido.
Y la pequeña princesa se veía cada vez
más pálida y delgada.
¿Qué podemos hacer? Suspiraba la reina.
Solo nos queda confiar en que
esos malos sueños no se repitan.
Pero las pesadillas se repetían
una y otra vez.
Y entonces el rey mandó llamar
a todos los médicos y profesores del país
y acabaron por recetar
un montón de medicamentos.
Más nada le llevaba a la pobre niña.
En vista de aquello,
el rey envió mensajeros a todos los demás
países para que allí
preguntasen a los viejos pastores
y a las herbolarias, a los campesinos
y a los marineros. Pero nadie supo qué decir.
Finalmente, el rey
hizo pegar carteles en todas partes
y poner anuncios en todos los periódicos
prometiendo una gran
recompensa a quien lograse librar
a su hija de las horribles pesadillas.
Pero nadie se presentó.
Ya estoy harto, dijo el rey un día.
Yo mismo iré a buscar el remedio.
Sí, y hazlo,
asintió la reina.
Y enseguida se puso a plancharle la ropa de viaje
que no se ponía desde hacía mucho tiempo.
Además le llenó de provisiones
una mochila y así equipado
el rey partió.
Preguntaba a todas las personas que encontraba,
revisores de tren y bomberos,
maestros de escuela y obreros de fábrica,
taxistas, verduleras
inuits y vaqueros,
niños africanos y viejos sabios chinos.
Pero no hubo nadie
que conociera el remedio contra los malos sueños.
Al final, el rey
estaba rendido y muy desanimado.
Ya no sabía a dónde ir
y no quería volver a casa sin haber solucionado nada.
Por lo tanto, se dijo
anda y que andarás, sin fijarse en el camino.
El cielo se ponía cada vez
más oscuro porque faltaba ya poco
para la noche. Soplaba un viento helado
y del cielo empezaron a caer copos de neve.
El rey ni siquiera
se daba cuenta de que, entre tanto,
había llegado el invierno.
El pobre rey se vio perdido.
Había ido a parar a un gran brezal.
Los nevados arbustos parecían extrañas y misteriosas
figuras, pero el rey
estaba demasiado triste y cansado para asustarse.
Al cabo de un rato,
vio relucir y centellar algo
entre las montañas.