Las legiones romanas

Las legiones romanas fueron la fuerza militar fundamental de la Antigua Roma, simbolizaban su poderío y eran el recordatorio permanente de que el poder de Roma llegaba a todos los confines de su imperio.

Su nombre deriva del aegio, que significa en latín algo así como selección o elección, y estaban compuestas por unidades de infantería y caballería.

Fueron evolucionando desde simples milicias de autodefensa hasta convertirse en un ejército profesionalizado que conquistó territorios muy extensos, desde Hispania hasta Mesopotamia.

Aparte de eso, los legionarios construían infraestructuras, ejercían de policía y facilitaban la romanización, ya que los legionarios a menudo se establecían en las provincias después de licenciarse.

Durante los primeros siglos, los que se corresponden con la época monárquica, los legionarios eran ciudadanos que se equipaban por su cuenta y se organizaban en falanges de tipo griego, rígidas y poco maniobrables.

La reforma de Servio Tullio en el siglo VI a.C. introdujo el censo por clases económicas.

Los reclutas pasaron a clasificarse por edad y por riqueza, los nobles iban a la caballería y los plebeyos a la infantería, que se equipaban con lanzas y escudos.

A la llegada de la República, cada cónsul comandaba dos legiones de unos 4.500 hombres.

El sistema manipular reemplazó a la falange, manípulos de 120 soldados en tres líneas, una de infantería pesada, otra de infantería ligera y una tercera de caballería.

Esta estructura les daba mucha flexibilidad y les permitía hacer rotaciones.

En el siglo II a.C. Cayo Mario profesionalizó el ejército.

Se empezó a reclutar a los pobres, encargándose el estado de equiparles.

El servicio duraba 25 años, cobraban un salario y tras licenciarse les entregaban tierras.

Se homogeneizó la infantería pesada y la legión básica pasó a estar formada por unos 5.000-6.000 hombres, en 10 cohortes subdivididas en seis centurias de 80 legionarios, que a su vez se organizaban en contubernia de ocho hombres, que compartían tienda y mula.

Cada legionario cargaba de promedio unos 40 kilos de equipo.

Este sistema permitió a la república expandirse a gran velocidad, ya que las legiones eran un ejército temible, bien organizado y con gran espíritu de combate.

A finales del siglo I a.C. las legiones se estabilizaron en 28 unidades permanentes estacionadas en las zonas fronterizas.

En torno a ellas empezaron a nacer pueblos y ciudades.

Octavio Augusto licenció a veteranos con recompensas y creó la guardia pretoriana para proteger al emperador.

Símbolos como el águila y los estandartes inspiraban lealtad entre sus miembros.

Este fue el periodo dorado de las legiones.

Su equipo básico estaba compuesto de la lórica segmentata, la armadura segmentada, el escutum, el escudo de tipo rectangular, el pilum, que era la jabalina, y el gladius, la espada corta, más por supuesto el casco imperial, también conocido como galea.

Las tácticas y el entrenamiento fueron mejorando hasta convertirse en las mejores unidades militares de su época.

En el Bajo Imperio las legiones redujeron su tamaño.

Aparecieron los limitanei, apostados en las fronteras, y los comitatenses, tropas móviles.

Diocleciano reformó de nuevo el ejército incorporando federati, federati bárbaros que con el tiempo llegaron a capitanear a las propias legiones.

Su éxito fue tal que llegaron incluso a sobrevivir a la desaparición del Imperio Occidental y se mantuvieron durante un tiempo en el Oriental hasta que el emperador Heraclio reformó el ejército bizantino.

Pues bien, para hablar de legiones romanas, de sus orígenes, de su evolución y de la importancia que tuvieron para Roma, nos acompaña hoy nuestro querido Yeyo Balbás, que de todo lo relacionado con los ejércitos de la antigüedad, sabe mucho.

Nos acompaña hoy en la Contrahistoria, una contrahistoria que se ha hecho mucho esperar porque han sido varios los contrascuchas que me han pedido a lo largo de los últimos años que hiciese una contrahistoria sobre las legiones romanas.

Y ya sabéis que el Imperio Romano pasa de vez en cuando, he hecho algunos emperadores como Octavio Augusto, como Trajano, también Adriano pasó por aquí, el Lime Romano hace ya muchos años, hemos hablado de gladiadores… en fin, que Roma es constante en la contrahistoria.

Y de vez en cuando, dos o tres veces al año, me gusta hacer algún programa sobre el Imperio Romano que sí que tiene muchos seguidores.

Bien, desde que hice aquel programa de los gladiadores con Yeyo Balbás, una de las cosas que descubrí, y Yeyo, aparte de recompensarme con su amistad, es un sabio.

Yo pensaba que era un sabio de la tardoantigüedad, pero descubrí con ese programa que es un sabio.