LGDS 13x03 El Sargento de Hierro

Llevo echando polvos desde antes de que Eisenhower le ascendieran a cabo primero.

Pero el polvo mejor que echado fue en Dahan, en Vietnam.

Las chicas pasaban la revisión sanitaria cada día.

Follábamos con todas las garantías, de forma ordenada.

Muy militar.

Así fue hasta que a un gilipollas se le ocurrió contar a su mami...

...que jodía cada día en el Vietnam.

Bueno, entonces el invento se fue a la mierda.

Unos tíos del Congreso que tenían el culo tan dado de sí...

...que no podían tirar un pedo después de beber una cerveza...

...empezaron a decir que los marines en servicio no podían ir a las casas de putas.

Reaccionamos como lo hubiera hecho cualquier marine.

Les saludamos y nos fuimos a paso ligero a la casa de putas más asquerosa que había.

Donde pillamos la sífilis, la gonorrea, montones de piojos...

...y desde entonces teníamos mucho más cuidado cuando nos enrollábamos con alguna tía.

Esto es la guerra, chico. Te lo aseguro.

Me caen mal los soldaditos.

¿Qué has dicho? Si quieres darle por el culo a ese muchacho no hace falta tanto rollo.

Soy capullo.

Creo que hablas por experiencia propia.

¿Qué quieres decir, cabrón de mierda? Quiero decir que tengas cuidado.

Que tengo mucha mala leche, ¿sabes? Como alambre de espinas y meo napalm.

Y puedo traspasar el culo de una pulga de un tiro a 200 metros.

Así que vete a machacártela por ahí, cara de perro, antes de que te rompa los morros.

No hablarás tanto cuando te haya metido los cojones en la boca, maricón.

Joder.

Coge esto, chico.

Creo que se acaba de declarar la guerra.

Muy bien, mequetrefes.

Bienvenidos al podcast donde vamos a hablar del Sargento de Hierro.

Sí, esa peli que, según los lloricas de Twitter, hoy no se podría hacer.

Pues tengo noticias para vosotros.

Antes tampoco se podían hacer mierdas.

Como el lobo de Wall Street con tipos dándole al polvo blanco.

Como si fuera harina en la panadería de tu barrio.

La gente va de ofendida.

Pero no tienen ni idea de lo que se puede o no se puede hacer.

¿Sabéis lo que no se podía hacer antes? Sobrevivir a una cabaña llena de demonios con una motosierra en el brazo.

Y aquí estoy yo, guapetones.

Ni Babylon, que parece un after a las seis de la mañana multiplicado por mil.

Y ni hablar de Deadpool, un superhéroe que se folla el género entero mientras se ríe de tu madre.

¿Una peli así en los ochenta? Ni de coña, colega.

El Sargento de Hierro no es incancelable.

Es un manual de cómo reírse de todo y de todos, incluido tú, que no aguantarías ni dos flexiones en un cuartel sin llamar a tu terapeuta.

¿Sabéis lo que no se puede hacer ahora? Ver una peli sin que algún blandengue escriba un ensayo de cuarenta páginas en redes sociales explicando por qué la ficción les ofende.

Así que, cerrad el pico, secaros las lágrimas y disfrutad del viaje, porque aquí no hemos venido a preguntar lo que está permitido.

Hemos venido a demostrar lo que todavía se puede hacer.

Y ahora, Aurelio, mete la maldita cuña, que como tardes un segundo más, os hago fregar las letrinas con la lengua.

Y bajo un cielo de entrenamiento que huele a pólvora vieja y cerveza barata, que ha visto más broncas que desfiles, lejos de los despachos del mayor Powers y de las sonrisas de catálogo del Sargento Webster, más allá de las cantinas donde Highway gasta su paga y de los barracones donde Stitch Jones afina su guitarra a gritos, un podcast se alza firme como un marín que no entiende la palabra retirada.

Miles de voces rujen en el aire, como órdenes escupidas por Gany, insultos que hieren más que la metralla y discusiones eternas sobre si el pelotón reconocimiento jamás llegará a parecer un maldito ejército.

¿Puedes oírlas? ¡Tenemos una urgencia! No me seas peroso insensato.