

Description of EL LIBRO NEGRO DE ALSOPHOCUS
Por medio de un antiguo manuscrito, un hombre se aventurará hacia lo desconocido a través del tiempo y del espacio, poniendo a prueba así su ambición y cordura.
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El libro negro de Alsophocus. 1890-1937. Howard Phillips Lovecraft. El libro negro de Alsophocus.
Mis recuerdos son muy confusos. Apenas hice cuando empezó todo. Es como si en determinados
momentos contemplase visiones de los años transcurridos a mi alrededor, mientras que,
otras veces, parece que el presente se difumina en un punto aislado dentro de una palidez informe
e infinita. Ni tan siquiera sea ciencia cierta cómo expresar lo sucedido. Mientras hablo,
tengo la vaga sensación de que necesitaré sostener lo que voy a decir con ciertas pruebas
extrañas. Y posiblemente terribles. Mi propia identidad parece escabullirse. Es como si hubiese
sufrido un fuerte golpe, producido quizá por el advenimiento de algún proceso monstruoso,
que tuvo lugar en los hechos que me acontecieron. Estos ciclos de experiencia tienen sus inicios
en aquel libro carcomido. Recuerdo el lugar donde lo encontré. Apenas sí estaba iluminado,
escondido al lado del río. Cubierto de brumas por donde fluyen unas aguas negras y aceitosas.
El edificio era muy viejo. Las enormes estanterías atesoraban cientos de libros
decrépitos que se acumulaban sin fin en habitaciones y corredores sin ventanas.
Había, además, masas informes de volúmenes amontonados descuidadamente por el suelo.
Y fue en uno de estos montones donde encontré el tomo. Al principio no sabía cómo se titulaba,
ya que le faltaban las primeras páginas. Pero lo abrí por el final y vi algo que
enseguida llamó mi atención. Se trataba de una especie de fórmula,
una pequeña lista de cosas que hacer y decir, que sonaban como algo oscuro y prohibido. Pero
seguí leyendo y descubrí ciertos párrafos en los que se mezclaban la fascinación y la repulsión,
ocultos en las amarillentas páginas, antiguas y extrañas, poseedoras de los secretos del universo
que yo ansiaba conocer. Era un ave, una guía, a ciertas puertas y entradas que los magos habían
soñado y musitado cuando el hombre era joven, y que conducían a lugares más allá de las tres
dimensiones conocidas, a regiones de extrañas vidas y materias. Durante años los hombres no
habían sabido reconocer su esencia vital, ni sabían dónde encontrarla. Pero el libro era
realmente antiguo. No estaba impreso. Había sido escrito por la mano de algún monje loco que había
comunicado aquellas palabras latinas, ciertos conocimientos prohibidos, de horripilante
antigüedad. Recuerdo que el viejo vendedor temblaba asustado. E hizo un curioso gesto con sus manos
cuando me lo llevé. Se negó a aceptar dinero por el libro, pero hasta mucho después no descubrí el
porqué. Mientras me escurría por los estrechos callejones portuarios, laberintos cubiertos de
bruma, tenía la vaga sensación de ser seguido por unos pies invisibles que se arrastraban tras de
mí. Las casas decrépitas y antiguas que serguían a mi alrededor parecían animadas de una vida
malsana, como si una ráfaga de maligno entendimiento las hubiese animado. Sentía como si aquellas
abombadas paredes y guardillas, hechas de ladrillo y cubiertas de musgo, con redondas ventanas que
parecían espiarme, tratasen de cerrarme el paso y aplastarme. Aunque sólo había leído una pequeña
porción de los oscuros secretos que contenía el libro antes de cerrarlo y salir con él bajo el
brazo. Recuerdo con qué ansiedad leí el libro, pálido, encerrado en la habitación del ático que
me servía de refugio en mis extraños descubrimientos. La enorme casona permanecía caldeada, pues había
salido pasada la medianoche. Creo que vivía con algún familiar, aunque los detalles son inciertos,
y sé que tenía muchos sirvientes. No sé exactamente qué año era. Desde entonces he
conocido muchas edades y dimensiones, y mi noción del tiempo ha terminado por desvanecerse. Estuve
leyendo a la luz de las velas, recuerdo el incesante gotear de la cera derretida, y mientras me llegaba
el sonido de lejanas campanas que tañían de cuando en cuando, prestaba una atención especial al sonido
de aquellas campanas, como si temiera escuchar algo más.