Los llanos (Federico Falco), El ojo de Goliat (Diego Muzzio), Las niñas del naranjel (Gabriela Cabezón Cámara) y más

Por qué estoy tan triste teniéndolo todo, vivo sin mañana sangrando palabras, ya no sé quién soy, ni a dónde voy, por qué estoy tan triste teniéndolo todo.

¿Qué tal amigos? ¿Cómo estáis? Aquí comienza Por qué estoy tan triste teniéndolo todo, nuestro programa de referencias culturales con fundamento, mucho fundamento.

Por qué estoy tan triste teniéndolo todo, Radio Vallecas 107.5, Radio Almaina 88.5, de la mano de Carlos Castrosín en la presentación y dirección y de Carlos Baizán en la mesa de sonidos y demás colaboraciones. La magia del instante, la magia de la sonrisa efímera, que está de paso, que no reside sino transitoriamente apenas durante unos segundos en nuestro corazón. Recordad nuestro podcast para escucharnos cuando y como queráis. Por qué estoy tan triste teniéndolo todo.

Vamos a comenzar con algo muy sustancioso, con los comentarios literarios que nos trae hoy Adolfo Lázaro. La nómina de autores argentinos que llega últimamente a nuestras librerías es apabullante y rica, no sólo en cantidad sino en calidad.

Escritores como Samantha Schwebling, Marianne Enriquez, Pedro Mairal o César Aira gozan en España de un merecido prestigio y sus últimos lanzamientos protagonizan campañas más propias de una estrella de rock. Como botón de muestra, la gira literaria que Marianne Enrique llevó a cabo el año pasado por varias capitales para presentar Un lugar soleado para gente sombría, su último libro de relatos.

Quiero detenerme hoy en algunos autores quizá no tan conocidos en España pero de una calidad indudable como Federico Falco, Diego Muzzio o Gabriela Cabezón Cámara. Federico Falco, un escritor que en 2010 fue seleccionado por la revista Granta como uno de los mejores narradores jóvenes en español, ha publicado principalmente libros de relatos como 22 patitos, la hora de los monos o un cementerio perfecto. Su novela Los llanos, finalista del premio Ralde de novela en 2020, supone una magnífica incursión en el estilo de este autor que destila una sutileza extrema a la hora de narrar los sentimientos y el paso del tiempo.

Los llanos, con un contenido probablemente autobiográfico, describe el duelo de una ruptura amorosa a lo largo de un año e una amorosa transición punteada por el paso de las estaciones. El protagonista, un hombre que ha rebasado la cuarentena, se refugia a una casa aislada en medio de la pampa para superar el duelo y rearmar su vida.

Allí se dedica a cultivar el terreno baldío que rodea la finca. Cada capítulo tiene el nombre de un mes y, a lo largo de los meses, el protagonista describe el lento paso de las estaciones, las dificultades que encuentra para secar adelante la huerta y conseguir que prosperen los diferentes cultivos a pesar del frío, los insectos o las plagas.

Un intento por realizarse algo cuando se han perdido todos los referentes que sustentaban hasta entonces la existencia. El calor agobiante del verano da paso al otoño y luego a la crudeza del invierno. El campo, los insectos, los pájaros, los fenómenos atmosféricos, los árboles, los diferentes cultivos se convierten también en protagonistas, mientras el personaje reflexiona sobre su relación con su examante, Ciro, o recuerda su infancia junto a sus abuelos en un pueblo de la pampa muy similar al que ahora habita. Con una escritura sencilla y delicada, el protagonista contrapone los esfuerzos por cultivar con su dificultad para retomar la escritura, mientras trata de salir a flote del zamparo que le provocó la pérdida de su pareja.

Cavar, regar, arrancar hierbas, abrir surcos, poner redes, buscar ramas para proteger la siembra.